No entraba entre mis planes de lectura recientes acometer la última novela de Pérez-Reverte, pero así son las cosas. De repente cae en tus manos y se convierte en la primera opción, y una vez comenzada, claro está, hay que terminarla.
Sí diré que me he demorado con ella más de lo que lo venía haciendo últimamente con mis lecturas, aunque si tengo que achacarlo a algo es a que he dispuesto de menos tiempo. No hay razones puramente literarias que lo hayan provocado.
Me gustaría comenzar por el final, ya que hay algo que me ha llamado muy poderosamente la atención. (Tranquilos, que no tiene nada que ver con el argumento). Justo cuando terminan las casi quinientas páginas de 'El tango de la guardia vieja', el autor escribe "Madrid, enero de 1990; Sorrento, junio de 2012". Teniendo en cuenta que precisamente 2012 es el año de publicación de la novela, al que conozca ese dato sin haberse adentrado en ella le sorprenderá de entrada que haga nada menos que 22 años que la comenzó, aunque quizá esa sorpresa se atenúe bastante después de leerla. Y es que estamos ante una obra muy madura. Muy documentada, muy trabajada y redondeada a conciencia, sin detalles dejados al azar.
La narración nos sitúa en tres escenarios diferentes, con su correspondiente separación cronológica, y en los que, sin embargo, los dos personajes centrales no cambian: Max Costa, un bailarín mundano (como se define constantemente) y Mercedes Inzunza, una bella niña bien en búsqueda constante de emociones sentimentales. Ambos se conocen en 1928, a bordo de un transatlántico; ambos se reencuentran varios años después, en Niza; y ambos vuelven a coincidir, pasado otra vez un tiempo y por vez tercera, en Italia. La exposición de hechos alterna siempre las tres épocas con brillantez. Pérez-Reverte logra, con una sencilla y casi inadvertida introducción tras cada pausa, darnos norte puntualmente de cuándo estamos en el barco, cuándo en Niza, cuándo en Sorrento... Y no es tan fácil como parece.
Mi intención obviamente no es descubrir a estas alturas a Arturo Pérez-Reverte. Aunque sí es cierto que no venía leyendo últimamente al ex corresponsal de guerra y no puedo decir si sus trabajos anteriores iban ya en esta línea de casi perfección formal. Pero sin duda 'El tango de la guardia vieja' no es algo que se escriba de un día para otro. La historia se podría contar de muchas formas, no cabe duda, pero para contarla así, con este tiento y este recreo, hace falta mucho reposo. Se le puede achacar cierta lentitud en algunas ocasiones, pero ¿qué libro de 500 páginas logra mantener el mismo ritmo de narración todo el tiempo? El resultado, al final, al menos para mí, merece la pena: siendo un relato tan alejado de lo que me suele gustar leer, el hecho de haberme dejado esta buena sensación obedece sin duda a que el autor lo ha predispuesto a llegar a cualquier tipo de público, pese a no tratar asuntos actuales.
Poco más me queda que decir. Sé que apenas he dejado atisbar el argumento, que casi no he contado de qué va, pero como suele suceder, es mejor abrir el libro y empezar a descubrirlo por uno mismo. Como hice yo. Con calma y degustando una gran lectura.