Aunque me gusta probar a leer de todo, el género negro o policiaco es de largo el que más satisfacciones me da. El nombre de César Pérez Gellida me había llegado de refilón, y tuve la suerte de toparme con 'Memento mori' por casualidad en la Biblioteca de Benalmádena cuando buscaba otra cosa. Me hice con él y me dejó tan buen sabor de boca que no dudé en realizar una pequeña inversión para adquirir su continuación, 'Dies irae'. Hablaré de forma conjunta de ambas obras, que junto a 'Consummatum est' (que se publicará en tres semanas), constituyen una trilogía titulada 'Versos, canciones y trocitos de carne'.
Hay varios factores por los que sin duda me ha resultado tan positiva la irrupción de este escritor. El primero y principal es la cercanía que me inspira. Y no solo hablo de cercanía geográfica (la primera novela transcurre íntegra en Valladolid pero la segunda reparte sus escenarios entre varios lugares centroeuropeos), sino de cercanía en cuanto a concepción cultural, gustos musicales o pulcritud a la hora de contar las cosas. Nadie diría que estamos ante un escritor novel, y mucho menos ante alguien que procede de un entorno profesional muy distinto al que se le presupone a un literato. La conjunción de esos tres factores que he citado antes es fundamental para entender la buena acogida que ha tenido esta historia del asesino en serie Augusto Ledesma, cuyo turbio pasado y peligroso presente se nos va desgranando a la velocidad justa.
Porque de hecho, la perspectiva que se nos ofrece es, sobre todo, la del asesino. Augusto Ledesma es un homicida muy de nuestros días: joven, cachas y nativo digital, con una característica muy particular: su compacta formación literaria, que le servirá para dejar su firma en los cadáveres y que traerá de cabeza al cuerpo policial. Sus motivaciones y sensaciones a la hora de planear y cometer los crímenes están descritas con todo lujo de detalles, y la prevalencia de su personaje sobre el resto, investigadores incluidos, es muy evidente. En esto hay notables diferencias con los habituales del género: por poner unos ejemplos, Vázquez Montalbán contextualizó en torno a Carvalho; Márkaris lo hizo en torno a Jaritos o Alicia Giménez Bartlett propuso que sus relatos giraran en torno a Petra Delicado. Pérez Gellida, en cambio, los lleva a gravitar alrededor de Augusto Ledesma, colocando al inspector Sancho y al psicólogo Carapocha, aun con su indudable importancia, en un plano quizá menor.
Acción y descripción se combinan casi a partes iguales y se solapan constantemente con la intención de mantener siempre la narración en efervescencia, lo que frecuentemente se consigue, de manera más especial y acentuada si cabe en 'Dies irae'. Incluso cuando los personajes mantienen diálogos extensos es difícil bajar la guardia. Hay mucha fuerza y mucho dinamismo tras cada párrafo (el exfutbolista Michael Robinson, que estuvo raudo para adquirir los derechos audiovisuales de la trilogía, ya lo anticipa en el prólogo), y el hecho de que todo esto se haya conseguido manteniendo un excelente trato al idioma como pauta innegociable nos sitúa en una posición de privilegio a los lectores.
Como tuve la oportunidad de decirle al propio César Pérez Gellida a través de Twitter, donde siempre está, quizá exagere bastante, pero 'Memento mori' fue ese libro que quería leerme justo en ese momento, tras varias novelas del género que no me acabaron de llenar por completo, y 'Dies irae' me pareció casi una obra maestra. Espero con avidez 'Consummatum est'.
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