miércoles, 11 de junio de 2014

Desahogos

Una amiga me contaba recientemente que vio a un viejecito repartiendo a la gente por la calle papeles que tomó por mensajes publicitarios. Sin embargo, cuando lo leyó con detenimiento, el mensaje en cuestión era todo un alegato en contra de la deshumanización, que aseguraba que las máquinas llenan a los humanos de soberbia y que invitaba como mínimo a la reflexión, y tomándolo al pie de la letra, a la rebelación, dejando por completo el uso de máquinas, y de forma particular (rezaba textualmente el escrito, que me enseñó), el de "las que hablan".

Viene al caso porque después de leer 'La habitación oscura', que acabo de terminar, he pensado mucho en ese reclamo del viejecito. Y aunque os voy a hablar un poco de la novela, no os voy a explicar nada sobre esto, fiel a mi intención de que lo más importante lo descubráis siempre por vosotros mismos.

Llego hasta este título de nuevo por medio de mi amiga Peque, quizá como necesidad para ser compensado por 'Momentos de inadvertida felicidad'. Y de nuevo, mediante un tuit, concretamente este




Se me dio la posibilidad de obtenerlo y no lo dudé, aun sin conocer nada más, en esta ocasión ni siquiera del autor, porque al leerlo en formato electrónico, no hay referencia de su biografía.

Debo decir que durante las primeras páginas no hubo nada que me llamase especialmente la atención, y que creía estar ya ante un nuevo bodrio al que no poder sacar absolutamente ningún beneficio. Las escenas eróticas y casi pornográficas constituían el argumento principal de unos primeros capítulos en los que una serie de personajes acordaban previamente citarse en una habitación oscura cuya existencia conocían solamente ellos, y disfrutar allí de encuentros furtivos en los que se mezclaban unos con otros y unas con otras (en este caso sí que procede remarcar esta distinción genérica que tan inadecuadamente utilizan hoy en día muchos de nuestros políticos y personas públicas en general), en silencio, tomando esos momentos como desahogo, como recarga de pilas con la que afrontar su miserable existencia.


Pero pasada esa fijación inicial, la novela también tiene vida fuera de esa habitación: la miserable existencia de los personajes pasa a ser un poco también la de alguno de nosotros (es brillante en este sentido ese uso de la segunda persona del singular con el que juega a menudo el autor para involucrarnos en su historia), y la narración va cobrando cada vez más interés, alimentada por una misteriosa especie de 'miniepílogo' (vamos a llamarlo así) situado al final de cada capítulo, del que luego se da cumplida explicación. Ello hace que los regresos a la habitación oscura sean mucho más interesantes en las siguientes entregas, y que todo ello, en conjunto, redondee un muy buen libro con una característica inequívoca: la total ausencia de diálogo literal, de rayas de diálogo como tales, lo que no impide una fluida comunicación verbal de los personajes, especialmente en el tramo final.

'La habitación oscura' es, según Wikipedia, la séptima novela del sevillano Isaac Rosa (1974). La publicó en 2013 por medio de Seix Barral, al igual que las cuatro anteriores que había escrito. Al igual que Peque, yo también desconfío de listas y no sé si este relato debería estar entre ellas, pero la intriga y el rato de interesante lectura están asegurados: esta vez sí que coincido con ella.

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