miércoles, 17 de julio de 2013

De qué hablo cuando hablo de correr

A pesar de estar calificado como "el más célebre novelista japonés" en esta edición de Tusquets que acabo de terminar, lo cierto es que no había oído hablar de Haruki Murakami por primera vez hasta hace muy poco, y fue curiosamente en el desarrollo de una entrevista de trabajo en grupo, donde alguien lo resaltó como su escritor favorito. Coincidió que dos o tres días después apareció por mis redes sociales un tweet del alpinista y aventurero en general Jesús Calleja, recomendando un libro suyo, cuyo título me pareció además muy sugerente, 'De qué hablo cuando hablo de correr'. Lo busqué en la biblioteca y di con él, por lo que me pareció una buena forma de tomar contacto con su obra.




Aunque no me gusta curiosear las contraportadas ni las impresiones que aparecen en las pequeñas biografías de los autores que hacen las editoriales en los ejemplares, ya pude apreciar antes de empezar a leerlo que no se trataba de una novela, y que ni siquiera era un libro de ficción. Estamos, según identifica el propio Murakami en el epílogo, ante "algo así como unas 'memorias'", una serie de textos escritos en una época determinada y cargados con cierto tinte autobiográfico, en los que reflexiona sobre los motivos que le llevaron a hacerse escritor y la intrínseca relación que ello tiene, según su punto de vista, con su hábito de correr. Estas dos ideas van de la mano constantemente, y en torno a ellas gira casi todo lo que encontraremos a lo largo de las 230 páginas (fotos incluidas), aunque el escritor nipón nos obsequia también de vez en cuando con algún que otro pensamiento o creencia de carácter más general.

Se efectúa una división de nueve capítulos, más un prefacio y un epílogo. Aunque se hable mucho sobre el hecho de correr, hay que decir que no es para nada una guía o manual para aprender a correr, o para consolidar esta práctica entre gente iniciada. En determinados momentos se centra un poco en la preparación concreta de uno de los maratones a los que asistió, por tener especial interés para él, o en la descripción de pruebas de triatlón, en las que también participa. Pero por lo general toca de pasada aspectos técnicos como el tipo de zapatilla o las superficies, y ni siquiera menciona (y me he quedado esperándolo) algo a mi parecer tan importante como el régimen alimenticio necesario para soportar un ritmo atlético como el suyo. Eso puede tener sus pros, como el mayor dinamismo que impide a la narración, pero también sus contras entre aquellos que busquen un libro específico sobre práctica deportiva, algo en lo que 'De qué hablo cuando hablo de correr' no encaja.

Cada uno sacará sus conclusiones particulares, pero por dar alguna pincelada breve, diré que el libro me ha gustado mucho. Al margen de que comparto con él la afición de correr (aunque no la practique mucho) y la pasión por escribir, resaltaría dos motivos para justificar este gusto: por un lado, resulta metódico hasta la saciedad, lo cual siempre agradezco; y por otro, me ha parecido un tipo muy consciente de la responsabilidad social que alberga como escritor, que no es poco. Me cuesta un poco reconocerlo, pero es así: leyendo a Murakami me han entrado más ganas que nunca de dejarlo todo y dedicarme, con todos los riesgos que ello pueda conllevar, a escribir un libro y a darme por lo menos la oportunidad de dedicarme con cierta seriedad a ello.

No obstante, no sé si esta buena experiencia servirá para atreverme a leer alguna novela suya. Varios amigos me han dicho que no pueden con él, pese a haberle dado varias oportunidades, y como no me gusta nunca dejar un libro sin terminar, sería duro que me pasase lo mismo. Por el hecho de que me parezca interesante su personalidad y escriba bien sobre él mismo, no quiere decir que sus ficciones me tengan que gustar. Es algo que seguiré pensándome de momento. Sí creo, sin embargo, que este libro, al no tener nada que ver con sus novelas, podría ser leído incluso por aquellas personas que no han podido con ellas, por lo que animo a hacerlo.

viernes, 12 de julio de 2013

El bolígrafo de gel verde

Buscando otro libro que en la biblioteca no aparecía en su sitio y que luego no me han dejado sacar, en la estantería de novedades vi de repente 'El bolígrafo de gel verde'. A ciencia cierta no sabía muy bien de qué me sonaba, pero sí que @esperedondo, que es alguien a quien le he leído muchas reseñas de libros y con la que suelo coincidir, había escrito sobre él, lo que me pareció razón suficiente para llevármelo.


En él, un técnico informático de una importante empresa vive atormentado por la rutina y sueña constantemente con la idea de cambiar una vida en la que su familia y un estatus social acomodado no le parecen suficiente. Luego hay obviamente muchos más matices argumentales, pero son esas cosas que me gusta dejar que cada uno descubra por sí mismo a medida que va leyendo.


Se trata de uno de esos libros con los que primero dudas si te habrás equivocado (aunque realmente uno nunca se equivoca cuando decide empezar (que en mi caso significa también terminar, porque jamás me he dejado uno a medias todavía) un libro), en los que pasan las páginas iniciales sin intuir por dónde van a discurrir las siguientes, y que de repente llega a un punto en el que te engancha irremisiblemente, y ya si tienes tiempo lo tienes que terminar ese mismo día, o como mucho al siguiente. La primera referencia al tiempo presente del narrador, que es el personaje principal y del que, por cierto, nunca conocemos el nombre, no llega hasta la página 30, tras pasar además por recuerdos infantiles de hace varias décadas, lo que hace pensar que todo va a girar en torno a esa tónica, pero nada más lejos de la realidad.


Aunque tiene tres partes muy diferenciadas, 'El bolígrafo de gel verde' es una sucesión de constantes vaivenes de todo tipo, hilados muy acertadamente. La prosa de Eloy Moreno (del que luego hablaré) se manifiesta en su ópera prima como un auténtico alarde de dinamismo, con continuos juegos de palabras, con maravillosas figuraciones y con un cuidado extremo de la forma sin llegar en ningún momento al recargamiento, lo que acaba dejándonos muchas frases dignas de conservar ("El tráfico de todos los que llegábamos tarde era insoportable"; "la pestaña que se suicida para colarse en el ojo propio"...). Todo ello, además, hablando de cosas tremendamente actuales, lo que si cabe le concede aún más mérito.


Algo que quizá molesta un poco, sobre todo en la primera de esas tres partes que actúan de divisiones en el relato, es el excesivo anuncio de anticipación (por llamarlo de alguna manera) de que se hace gala. Acaba pareciendo la típica historia donde se justifica que se está contando lo que se cuenta porque viene algo aún mejor, pero luego eso no llega nunca, con lo que se corre el riesgo de que se pase el libro y no solo no se haya contado nada, sino que el lector acabe mosqueado porque se le ha estado creando esa expectativa. 'El bolígrafo de gel verde' adelanta que irán pasando cosas, pero luego por suerte es verdad que pasan, y además ya cuando has llegado a ese punto de lectura adictiva del que hablaba antes, casi te da igual lo que escriba y cómo lo escriba, porque sabes que lo leerás y además con interés.



En definitiva, un libro que recomiendo por su contenido, pero también por su origen, del cual, como casi siempre (y cuánto me alegro de que así sea), no tuve noticia hasta que lo terminé, gracias a que su autor coloca al final una referencia donde explica muy someramente cómo lo creó y difundió. Eloy Moreno, un funcionario del Ayuntamiento de Castellón de la Plana, decidió autoeditarla y acudir personalmente librería por librería con el fin de ponerla a la venta, como cuenta en su propia web. Tras múltiples sinsabores, y casi con las redes sociales como únicas aliadas, consiguió que sus recomendaciones crecieran poco a poco, hasta dar con una editorial interesada, Espasa, que obtuvo para él la dimensión que seguramente merece, demostrando que muchas veces obras sensacionales se quedan por el camino al estar escritas por gente anónima.

lunes, 8 de julio de 2013

Una vida demasiado corta

Actualmente canalizo mi afición al fútbol investigando trayectorias y biografías de jugadores. Es una actividad que me evade y me distrae mucho, algo bastante necesario en estos tiempos de incertidumbre. Hacía ya algún tiempo que había tenido noticias de la publicación de 'Una vida demasiado corta: la tragedia del exportero de la selección alemana Robert Enke', libro traducido a ocho idiomas y rodeado de muy buenas críticas, y previendo que era una inversión segura, decidí, no sin su correspondiente meditación, que abonaría los 19,90€ de su precio, ahorrados concienzudamente, convirtiéndolo así en el libro más caro que recuerde haber comprado en la última década.


El desembolso mereció la pena desde la primera página. Ronald Reng, un periodista alemán afincado en Cataluña, amigo personal de Robert Enke, decide contar la historia de su desgraciada existencia, bruscamente interrumpida por voluntad propia con tan solo 32 años. La esposa de Robert, Teresa, le entrega a este periodista una serie de notas que el propio jugador había ido escribiendo, con el fin de que les dé forma de historia, de que haga que salga a luz un secreto que atormentó al futbolista durante toda su vida, hasta el punto de ganarle la batalla.


Robert Enke, nacido en 1977, es un guardameta que comienza a destacar ya desde corta edad. Juega más de una docena de partidos con la selección alemana para menores de 21 años y pronto tiene su oportunidad en el equipo de Jena, su ciudad natal, en la Alemania del Este. Luego pasa con éxito por el Borussia Moenchedgladbach y por el Benfica portugués, hasta que en el verano de 2002 aterriza en Barcelona para fichar por uno de los clubes más importantes del mundo. Entonces, y a raíz de un mal partido, afloran a su cabeza numerosos pensamientos negativos que hasta ese entonces solo se habían manifestado de forma muy efímera, y sus días se convierten en una pesada carga con la que lidiar, alternando etapas muy negativas con otras en las que entra un poco de luz.


Todo ello es reconstruido por Reng a lo largo de 440 páginas que me ha resultado muy duro leer, tanto por el propio calvario de Enke en sí como por lo mucho que me ha recordado a episodios de mi propia vida. El relato trasciende lo meramente futbolístico y se convierte en absolutamente recomendable para toda persona con inquietudes, que quiera saber más sobre el sufrimiento al que mucha gente, ya sea en primera persona o rodeando a los afectados, tienen que enfrentarse haciendo como si no pasara nada. Eso puede ocurrir tanto en el fútbol como en cualquier otra profesión. "Como futbolista no te atreves a decirlo, porque hay gente que está pasando por situaciones mucho más duras, pero la sensación de estar en el paro no es mejor para un futbolista que para un electricista. Sientes que no vales para nada", confesaba Robert al propio Ronald Reng.


A pesar de una traducción que deja bastante que desear en algunos pasajes, me atrevo a afirmar que su lectura no solo no defraudará a nadie, sino que servirá para ayudar a muchos, empezando por mí mismo. No obstante, para aquellos que prefieran lo visual, existe también este magnífico documental elaborado por Canal Plus y basado en la narración de Reng, igualmente digno tanto por sí mismo como para ejercer de complemento a la obra.