miércoles, 26 de marzo de 2014

Amalia Sacerdote

Había leído cosas muy interesantes sobre el comisario Montalbano, tanto respecto a sus novelas como a la serie televisiva que recrea sus andanzas, y me acerqué a 'La muerte de Amalia Sacerdote' pensando en tener un primer contacto con él. Luego me di cuenta de que me había equivocado, ya que aunque este título pertenece a su autor, Andrea Camilleri, y editorialmente se clasifica como una novela negra, no está protagonizada por Montalbano. Cambié entonces mi objetivo inicial por el de un simple primer contacto con el autor en cuestión, y como se trataba de un libro breve, decidí leerlo.

Amalia Sacerdote es la novia del hijo de un diputado italiano. Su pareja es acusada inmediatamente de su muerte, y en el departamento regional de la RAI en Sicilia, el protagonista principal, Michele Caruso, busca cómo dar el enfoque adecuado a la noticia y a los sucesivos acontecimientos que ésta va desencadenando.

La sensación que me queda es de fracaso lector absoluto. A pesar de estar avalado por el II Premio a la mejor novela negra RBA de 2008, a mí particularmente no me ha dicho nada. La traducción, a cargo de Juan Carlos Gentile Vitale, es muy poco afortunada, con giros que prácticamente se importan tal cual del italiano y carecen de sentido alguno así expresados en español; con barbarismos de inexplicable invención y con un estilo, en general, muy poco cuidado. La narración quiere pecar de tanto dinamismo que da por sobreentendidas muchas cosas que no se han contado, ni siquiera a veces esbozado. Al contrario de lo que sucede en otras novelas negras, la investigación policial apenas es tratada, y el asesinato parece resultar una mera excusa para trasladarnos a una historia de infidelidades, celos profesionales, confidencias bajo cuerda y movimientos políticos que brotan a borbotones a lo largo de 200 páginas repletas de diálogo pero muy escasas de descripción y de prosa.

Se agradece al menos por parte del autor la nota aclaratoria final, en la que confiesa haber tratado el tema como un poco de oídas, sin saber cómo funcionan por dentro los medios de comunicación, y donde explica que su pretensión era simplemente partir de un hecho histórico real, el cual detalla. Reconoce que ha intentado hacer una novela ante todo histórica, lo cual en mi opinión supone una pretensión bastante elevada y a la que no se llega por asomo (como digo antes, tengo mis serias dudas de que alcance siquiera la consideración de novela negra). La pregunta que cabría hacerse entonces es por qué ha sido este su modo de proceder, por qué teniendo Andrea Camilleri el amplio bagaje literario que tiene, no se ha preocupado por documentarse para ofrecer una historia un poco más consistente y digna de ser realmente considerada importante, sin esa sensación de estar escrita a la ligera y en cuatro ratos.

No descarto en absoluto mi aproximación a Montalbano, pero después de esta mala experiencia, no le daré prioridad.

lunes, 24 de marzo de 2014

El lobo estepario

Buscando otra cosa, di con una cita de 'El lobo estepario' de Hermann Hesse, que decía justamente esto:

"Cuando un hombre está muy triste, no porque tenga dolor de muelas o haya perdido dinero, sino porque alguna vez por un momento se da cuenta de cómo es todo, cómo es la vida entera y está justamente triste, entonces se parece siempre un poco a un animal; entonces tiene aspecto de tristeza, pero es más justo y más hermoso que nunca".

Siempre había tenido este libro como un clásico, y me entraron muchas ganas de acercarme a él, y como casi siempre en estos casos, lo tenía a mi alcance en una biblioteca, concretamente la de Arroyo de la Miel.

Estamos efectivamente ante un gran clásico de la literatura, con esa impronta bien presente desde el principio. Harry Haller, el protagonista, es un ser taciturno que vive en una constante dualidad interna entre una existencia humana y animal (de lobo, de ahí el título), lo que le acarrea no pocos problemas de personalidad y sociabilidad. Hesse nos lo introduce primero con gran acierto desde la visión de otro personaje, el sobrino de su casera, mediante un retrato que predispone al lector a adentrarse en un fascinante mundo de reflexiones y metáforas revestidas de una prosa muy fluida y primorosamente majestuosa. No hay que olvidar que nos encontramos ante un autor que fue Premio Nobel de Literatura de 1946.

Pese a ser una historia densa y probablemente poco atractiva, sin separación interna por capítulos dentro de los tres grandes módulos que la componen, se trata de uno de esos casos en los que poco importa la forma cuando hay tanto fondo que transmitir. Personalmente además no suelen gustarme los relatos con tanta carga alegórica, pero lo cierto es que a la cita enunciada antes he tenido posibilidad de añadirle otras cuantas realmente interesantes y sobre las que merece la pena pararse a pensar con detenimiento. La edición que me tocó en suerte además, de bolsillo (Alianza) y bastante manejable en sus 246 páginas, me facilitó la lectura en cualquier lugar, lo que en un libro de estas características siempre ayuda.

Una lectura sin duda recomendable.

martes, 11 de marzo de 2014

El francotirador paciente

Después del gran sabor de boca que me dejó 'El tango de la guardia vieja', tenía interés por leer en cuanto pudiera 'El francotirador paciente', la última novela de Pérez-Reverte. Y la oportunidad se presentó, como tantas otras veces, gracias a la Biblioteca de San Andrés-Torcal.

Sin haber investigado nada sobre ella, me esperaba una obra más extensa. Son trescientas páginas de la habitual edición de Alfaguara para este autor que se leen bastante rápido, por contener numeroso diálogo y por tirar de una narración ágil y dinámica. El cambio de registro es sin duda total con respecto a la historia que mencionaba antes. El blanco y negro de Niza y Sorrento se torna en toda la amplísima gama de colores que permite imaginar el trabajo de los grafiteros en pleno siglo XXI.

El paralelismo entre francotiradores y grafiteros está presente a lo largo de todo el libro. En él se utiliza como hilo conductor a Lex Varela, una editora de publicaciones artísticas que recibe el encargo de buscar a Sniper, un escritor de paredes que lleva la voz cantante en el mundillo. Y a través de la unión a la que parecen encaminados estos dos personajes se inicia un relato que al principio tiene tintes documentales, ilustrando al lector con todo lujo de detalles acerca del arte urbano y de todo lo que tiene de rebeldía, de transgresión y también, por supuesto, de talento, y que poco a poco, a medida que la protagonista se involucra en la investigación, va evolucionando hacia un thriller en toda regla, culminado además de una forma brillantísima, como hacía mucho tiempo que no sentía yo que se lograba el remate de una novela.

Me gustaría destacar también a un personaje secundario pero que tiene su peso en la obra y que me ha parecido de una caracterización magnífica: el conde Onorato, un taxista napolitano que me arrancó un par de sonrisas.

Y poco más. Pérez-Reverte vuelve a hacer gala de su solvencia y nos introduce en un ambiente que desde fuera tendemos a ver como marginal (y que tiene mucho de eso, y de automarginal incluso) pero del que analiza también una serie de matices que le permiten presentárnoslo como algo mucho más complejo. Recomendada.

miércoles, 5 de marzo de 2014

'Memento mori' y 'Dies irae'

Aunque me gusta probar a leer de todo, el género negro o policiaco es de largo el que más satisfacciones me da. El nombre de César Pérez Gellida me había llegado de refilón, y tuve la suerte de toparme con 'Memento mori' por casualidad en la Biblioteca de Benalmádena cuando buscaba otra cosa. Me hice con él y me dejó tan buen sabor de boca que no dudé en realizar una pequeña inversión para adquirir su continuación, 'Dies irae'. Hablaré de forma conjunta de ambas obras, que junto a 'Consummatum est' (que se publicará en tres semanas), constituyen una trilogía titulada 'Versos, canciones y trocitos de carne'.


Hay varios factores por los que sin duda me ha resultado tan positiva la irrupción de este escritor. El primero y principal es la cercanía que me inspira. Y no solo hablo de cercanía geográfica (la primera novela transcurre íntegra en Valladolid pero la segunda reparte sus escenarios entre varios lugares centroeuropeos), sino de cercanía en cuanto a concepción cultural, gustos musicales o pulcritud a la hora de contar las cosas. Nadie diría que estamos ante un escritor novel, y mucho menos ante alguien que procede de un entorno profesional muy distinto al que se le presupone a un literato. La conjunción de esos tres factores que he citado antes es fundamental para entender la buena acogida que ha tenido esta historia del asesino en serie Augusto Ledesma, cuyo turbio pasado y peligroso presente se nos va desgranando a la velocidad justa.

Porque de hecho, la perspectiva que se nos ofrece es, sobre todo, la del asesino. Augusto Ledesma es un homicida muy de nuestros días: joven, cachas y nativo digital, con una característica muy particular: su compacta formación literaria, que le servirá para dejar su firma en los cadáveres y que traerá de cabeza al cuerpo policial. Sus motivaciones y sensaciones a la hora de planear y cometer los crímenes están descritas con todo lujo de detalles, y la prevalencia de su personaje sobre el resto, investigadores incluidos, es muy evidente. En esto hay notables diferencias con los habituales del género: por poner unos ejemplos, Vázquez Montalbán contextualizó en torno a Carvalho; Márkaris lo hizo en torno a Jaritos o Alicia Giménez Bartlett propuso que sus relatos giraran en torno a Petra Delicado. Pérez Gellida, en cambio, los lleva a gravitar alrededor de Augusto Ledesma, colocando al inspector Sancho y al psicólogo Carapocha, aun con su indudable importancia, en un plano quizá menor.

Acción y descripción se combinan casi a partes iguales y se solapan constantemente con la intención de mantener siempre la narración en efervescencia, lo que frecuentemente se consigue, de manera más especial y acentuada si cabe en 'Dies irae'. Incluso cuando los personajes mantienen diálogos extensos es difícil bajar la guardia. Hay mucha fuerza y mucho dinamismo tras cada párrafo (el exfutbolista Michael Robinson, que estuvo raudo para adquirir los derechos audiovisuales de la trilogía, ya lo anticipa en el prólogo), y el hecho de que todo esto se haya conseguido manteniendo un excelente trato al idioma como pauta innegociable nos sitúa en una posición de privilegio a los lectores.

Como tuve la oportunidad de decirle al propio César Pérez Gellida a través de Twitter, donde siempre está, quizá exagere bastante, pero 'Memento mori' fue ese libro que quería leerme justo en ese momento, tras varias novelas del género que no me acabaron de llenar por completo, y 'Dies irae' me pareció casi una obra maestra. Espero con avidez 'Consummatum est'.