miércoles, 23 de octubre de 2013

Lo que encontré bajo el sofá

Muchas ganas tenía de enfrentarme a 'Lo que encontré bajo el sofá'. Me causaron muy buena impresión tanto 'El bolígrafo de gel verde' (ya reseñado en este blog) como Eloy Moreno y su empeño en hacerse escritor por encima de casi todo. No dudé y en cuanto se produje su lanzamiento editorial me hice con ella.

La acción principal se sitúa en Toledo. Los primeros párrafos nos anuncian que pasarán una serie de cosas, que poco a poco se nos van desvelando, y que siempre tienen como escenario esta ciudad. La promoción turística que se hace de ella es desde luego inmejorable, hasta el punto de que aun habiendo estado ya allí, como es mi caso, te entran unas ganas irresistibles de volver a ir.

La narración es dinámica. Está salpicada de sorpresas casi constantes. La alternancia de la primera persona (cuando Alicia, la protagonista, nos va contando su historia) con la tercera (cuando se detallan sucesos y aspectos que pertenecen a otros personajes a modo de narrador omnisciente) le hace perder toda posible monotonía, si bien tengo que decir que a mí me ha parecido que en esta ocasión la prosa de Eloy pierde un poquito de frescura respecto a su novela anterior, cosa que más o menos se podía esperar. No era fácil desde luego mantener un nivel de fluidez tan alto, al que de todas formas se acerca bastante porque sigue manteniendo esas figuras argumentales que tanto bien hacen a su lectura.

A lo largo de las páginas se entrelazan una serie de ingredientes bastante heterogéneos entre sí, que podrían tener como nexo común su rabiosa actualidad. Este hecho posiblemente acercará la obra a muchos lectores muy diferentes unos de otros, ya que la multiplicidad de asuntos hacen que quien más quien menos se vea reflejado con algo, con mucho o con casi todo.

Hay una canción de Ismael Serrano, 'Amores imposibles', que he recordado constantemente a medida que me adentraba en la lectura del libro. Igual me equivoco, pero me arriesgaría a decir que para Eloy es una canción de cabecera. No digo para nada que haya pretendido copiarla de algún modo, ya que no es en absoluto así, pero... no sé, resulta difícil de explicar. Digamos que puede haber un germen común entre ambas creaciones, que nacen de una idea muy similar. Eloy la ha hecho novela e Ismael la hizo canción así



En definitiva, y para terminar con la parte de la reseña que todo el mundo puede leer: hoy en día vivimos en un mundo muy perro y muy difícil. Nunca ha sido sencillo, desde luego, pero hoy está todo peor que nunca. En esa tesitura, todos y cada uno de nosotros puede hacer gestos para mejorar un poco las cosas. Unos en mayor medida y otros menos, pero siempre siempre se puede hacer algo por contribuir a que el mundo cambie. Y Eloy Moreno lo ha hecho escribiendo esta novela. Como dice el anuncio (que pongo a continuación para los curiosos y porque su realización es impecable, aunque no sé a quién se le ocurrió el brillante invento de los 'booktrailers', como si esto fuera una película), "la novela de una generación indignada".



A continuación voy a disertar particularmente sobre algunos aspectos y voy a desvelar trama, así que si no has leído la novela, es mejor que pares aquí.

Dentro de que, como he dicho, existen varios ingredientes, si hay un timón absoluto en esta novela es la infidelidad. La protagonista es infiel y vive asolada por los remordimientos, que no puede dejar a un lado, pero eso no le impide disfrutar del momento con su amante una y otra y otra vez. Llega un momento en que necesita confesarlo, y se desahoga hasta con tres personas diferentes. A medida que esto sucede se va dando cuenta de que lo suyo no es tan raro, ya que cada una de esas personas también carga con una infidelidad a sus espaldas. Con matices en cada caso, pero infidelidad al fin y al cabo.

¿Todos somos infieles? La reflexión al respecto resulta muy interesante, pero también muy descorazonadora. Uno tiende a sacar la conclusión (por lo que se cuenta, sobre todo al final) de que es imposible ser feliz con una misma pareja durante toda una vida, y yo tengo ejemplos muy cercanos que indican lo contrario.

El misterio. Está presente desde el principio de la trama en forma de misteriosas inscripciones repartidas por toda la ciudad. He de decir que al final se desvela todo y que me parece posiblemente la "minihistoria" más interesante de lo que se cuenta a lo largo de estas más de 300 páginas.

Otros dos ingredientes son muy diferentes entre sí pero la novela los interrelaciona de algún modo: el acoso escolar y la galopante corrupción política de nuestros días. En ambos casos un personaje de profesión policía se erige en inesperado justiciero que amenaza de muerte a la amenazadora (en el caso del acoso) y que extorsiona al político y prepara el campo para que una revuelta popular irrumpa en un pleno del Ayuntamiento y deje malheridos a varios concejales. Y resulta que todo el mundo lo ve como algo maravilloso, como una forma fantástica de arreglar las cosas. Esta visión hace que, como resumen final, no pueda decir que la novela me haya gustado. El tratamiento de 'ojo por ojo' que se les da a estas cuestiones queda de alguna forma justificado por el hecho de que las leyes están hechas para proteger a los malhechores, un argumento tan pobre como discutible. Quizás habría sido oportuno, en mi humilde opinión, intercalar también otro punto de vista dirigido a arreglar las cosas de una forma un poco más civilizada.

Y nada más. El resto, ¡contádmelo vosotros!

viernes, 18 de octubre de 2013

Cita con nuestro Jaritos de siempre

Es 1 de enero de 2014 y los países europeos en los que más fuerte ha pegado la crisis se desmarcan del euro. Grecia vuelve a los dracmas, Italia, a las liras, y España, a las pesetas. Este es el imaginario escenario en el que nos sitúa Petros Márkaris en el primer capítulo de su 'Pan, educación, libertad', octava novela de la serie del comisario Kostas Jaritos y tercera de la denominada "Trilogía de la crisis", a la que precedieron 'Con el agua al cuello' y 'Liquidación final'.


Como ferviente seguidor de esta colección de buenas historias policiacas, aguardaba con ansia la aparición de este volumen. De hecho es uno de los pocos libros que en los últimos tiempos he esperado a conciencia que salga para comprarlo, sin recurrir a bibliotecas u otros medios. Y debo decir que, muy posiblemente a consecuencia de esa expectación, me he quedado con ganas de más. No digo que sea peor que las anteriores, ni mucho menos, pero sí quizá más corta, o un poco menos elaborada, o demasiado futurista con ese planteamiento del cambio de moneda que parece que por ahora no se va a dar en la realidad, si bien hay que tener en cuenta que el original griego de Márkaris es de 2012 y esa opción no le debió parecer tan descabellada. De hecho no lo es, solo que parece improbable ya que se dé dentro de dos meses y medio. Por lo menos en España.

Estamos ante 253 páginas que me he devorado casi en una sentada, acostumbrado a que la mayoría de las otras entregas estuvieran cercanas a las 400. Jaritos sigue describiendo al detalle todas sus rutas atenienses calle por calle, lo que le sirve para ilustrarnos acerca de dónde se dan las principales manifestaciones. Sigue con su Seat Ibiza que jubiló al Mirafiori, sigue lidiando con Guikas (su jefe directo) y con los periodistas, y sigue entreteniéndose leyendo el diccionario de Dimitrakos. Sigue adorando a su hija Katerina y formando un tándem perfecto con su esposa Adrianí (que precisamente es así de perfecto en parte por las desavenencias que tienen), una circunstancia que rivaliza en interés con las tramas policiales propiamente dichas y que cuando estas pueden resultar algo más flojas, como sería el caso de esta entrega, incluso las supera. Sigue, en definitiva, en esto y en algunas cosas más, siendo todo como las veces anteriores, lo que constituye una buena noticia ya que precisamente, al menos en mi caso, eso es lo que los lectores tendemos siempre inconscientemente a volver a buscar.

En una visión muy personal, creo que en esta ocasión Márkaris, sin dejar de retratar la caótica situación que nos asola (que lo sigue haciendo sin tapujos), ha querido también vendernos un mensaje un poco más optimista. No sé si porque realmente él tiene esa visión, o porque cree que necesitamos que no todo sean malas noticias una detrás de otra. Y para transmitir ese halo de ligera esperanza ha tirado de dos pilares básicos en el génesis de todo ser humano: la familia y la amistad. Así, por una parte, la forma en que se mantiene unida la familia Jaritos para afrontar los recortes es envidiable, teniendo en cuenta además que a ella se suman en esta ocasión nuevos miembros. Y por otra, la amistad se llama Lambros Zisis. Es destacable el peso específico que ha adquirido este personaje con el paso de los años, partiendo de una relación con Jaritos que comenzaba en circunstancias muy difíciles, y llegando a convertirse en una especie de mentor para Katerina ('tío Lambros' le llama).


Podría entrar mucho más en detalle en los aspectos que he comentado, pero para eso desvelaría inevitablemente trama, y ya sabéis que eso no me interesa. Para quien ha venido siguiendo a Jaritos desde sus inicios, esta novela es obligatoria, sin más. Para quien llegue a él por primera vez, le va a tener más cuenta empezar a leerlo desde el principio, o al menos, afrontar las dos novelas anteriores de la trilogía de la crisis, que cité al principio. Si es aficionado al género le merecerá la pena con toda seguridad.

Por mi parte, seguiré esperando nuevas aventuras de Jaritos, aunque desconozco si Márkaris, próximo ya a cumplir 77 años, estará por la labor. Si no llegan, siempre nos quedará la oportunidad de volver a releer lo publicado, para descubrir nuevos elementos.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Biblioteca pública (digital)

Me gustaría traer a este apartado bibliotecario del blog un artículo de opinión del escritor Lorenzo Silva (en Twitter @VilaSilva) que salió publicado en el Diario SUR el pasado miércoles 9 de octubre. No lo he encontrado en formato digital, así que lo transcribo de la edición de papel del susodicho periódico.

Se titula "Biblioteca pública (digital)".

Uno de los argumentos más pintorescos, pero a la vez más recurrentes, con los que se justifica entre nosotros la piratería digital de contenidos culturales protegidos por los derechos de autor, se resume en que dicha actividad viene a procurar el libre acceso a la cultura. Según esta argumentación, quienes copian libros, películas o música sin el permiso de sus autores, y luego enlazan a las copias no autorizadas, serían una especie de gestores informales del servicio público que provee de cultura gratuita a la población. Algunos apologetas van más allá, alegando que este servicio tiene singular legitimidad en un país con seis millones de parados que carecen de renta para costearse su ocio cultural, y en tanto que los perjudicados (por los contenidos digitales que dejan de vender) son grandes corporaciones y opulentos autores que en el pasado se han enriquecido sin tasa.

Digo que el argumento es pintoresco porque la gestión de los servicios públicos suele hacerla la Administración, directamente o a través de contratista o concesionario seleccionado con publicidad y concurrencia, y nunca por medio de quien se postula para ello por sí y ante sí; y menos si esa postulación, como ocurre con muchas páginas de enlaces, implica un jugoso negocio propio al margen del interés público y en perjuicio de tercero. Por otra parte, cuando los poderes públicos consideran necesario prestar un servicio, lo hacen pagando a sus proveedores (por ejemplo, los fabricantes de equipos médicos o las compañías de suministro de energía u otros consumibles) y no confiscándoles a éstos aquello que resulta preciso para desarrollarlo. Luego esos costes se repercuten al ciudadano vía tasas o se financian con impuestos, pero en ningún caso se legitima la requisa.

Estoy de acuerdo con la conveniencia de favorecer el acceso a la cultura de quienes no tienen medios, y con que eso sea un servicio público. Lo que ocurre es que hace tiempo que se inventó: se trata de la vieja biblioteca pública, que en este siglo XXI debe desarrollar su dimensión digital, propiciando ese acceso mediante pactos con los productores de contenidos culturales que permitan ponerlos a disposición de los ciudadanos, sin coste para los más desfavorecidos y si acaso con una tasa módica (pongamos 10 o 15 euros al año), mientras dura la crisis de las arcas públicas, para quienes sí tienen renta. Con esa tasa, y en lo que ésta no alcance con cargo a impuestos, cabría prever una remuneración razonable y limitada por el uso (que no descarga) a los titulares de los derechos, fiscalizada y garantizada por los poderes públicos en función de la demanda real de cada una de las obras. Limpio, transparente, equitativo, y sin esos Robin Hood que se erigen en justicieros y que, se pongan como se pongan, distan de ser garantes del bien común.

lunes, 7 de octubre de 2013

Ni de Eva ni de Adán

Tengo un altísimo concepto de Amelie Nothomb como escritora. Se lo ha ganado ella misma, a pulso, con cada uno de los libros que ha escrito y he tenido la suerte de que lleguen a mis manos. Muy lejos de la obligada necesidad que otros y otras parecen tener de escribir mamotretos para contar más cosas, la belga (japonesa de nacimiento) lleva la concisión por bandera y como ya expliqué en la primera mención que le hice en este blog (la cual os recomiendo que veáis, aquí, antes de seguir con esta entrada), con novelas que en ningún caso superan las doscientas páginas y que se pueden leer con toda tranquilidad en un día es capaz de crear maravillas. Ya sean autobiográficas o no.

Y ese altísimo concepto va más allá de que sus libros sean mejores o peores. Va más allá, incluso, de que me gusten o no. Porque tras 'Diario de Golondrina' y 'Estupor y temblores', ambas magníficas, tuve que pasar por un muy mal trago con 'Higiene del asesino' (escrita íntegramente en modo dialogado y que no me transmitió casi nada), y decidí darle muy acertadamente nuevas oportunidades con 'Ácido sulfúrico' (un brillantísimo y no tan extremo retrato del panorama televisivo que tenemos) y con 'Ordeno y mando', enigmática historia de suplantación de identidad. Hasta llegar, por último, a la que nos ocupa, 'Ni de Eva ni de Adán', que me ha dejado en un punto intermedio.

Las novelas de Nothomb (van publicadas ya veintiuna según Wikipedia, aunque no todas están traducidas todavía al español) se podrían dividir en tres grandes grupos: las autobiográficas; las no autobiográficas; y aquellas en las que, participando la autora en la trama, no pretende narrarnos su vida. Ninguna de las que he leído pertenece a estas últimas.

Al igual que 'Estupor y temblores', 'Ni de Eva ni de Adán' se clasificaría entre las autobiográficas, y podríamos decir que abarca un periodo más amplio de su existencia, el cual va desde que regresa siendo veinteañera a Japón (país del que partió hacia Bélgica siendo una niña de muy corta edad) hasta... otro momento que prefiero que vosotros mismos descubráis por medio de la lectura. De hecho, las peripecias laborales que describe en 'Estupor y temblores' están dentro de la etapa que narra en la novela de título bíblico.

Fiel a mis ideas, no quiero decir ni una palabra de más. Solo me gustaría expresar que albergo la duda de que todo lo que Nothomb narra como autobiográfico le haya ocurrido real y fielmente, ya que algunos pasajes parecen más novelados que otra cosa, aunque tratándose de las costumbres japonesas, tan distantes y diferentes a las nuestras, nunca se sabe.

Hago colofón con un pequeño párrafo que resume un poco la personalidad de la autora, y que puede servir de invitación a sumergirse en su mundo.

"Me atraía la idea de no saber si iba a ver pintura, escultura o una retrospectiva de cachivaches varios. Uno siempre debería acudir a las exposiciones así, por azar, con absoluta ignorancia. Alguien desea mostrarnos algo: eso es lo único que importa". (p. 30).

El viaje iniciático de Vatanen

Arto Paasilinna es uno de los escritores finlandeses más importantes de todos los tiempos. En su país se le adora y sus libros son tratados con absoluta devoción, casi del primero al último. Estamos ante un hombre cuyas obras han sido tildadas de maestras por numerosos críticos, y que los lectores aprecian especialmente porque sabe divertirlos sin dejar ni mucho menos de lado la crítica social.

En mi caso, llegué a él gracias a Te quiero hablar de un libro, ese blog tan útil de Peque Herrera que permanece perenne en mis recomendados. Me hice con 'Delicioso suicidio en grupo', que ciertamente me pareció muy diferente a todo lo que había leído hasta la fecha; y poco después tuve la oportunidad de leer 'La dulce envenenadora', que sin querer ser seguramente tan pretencioso, casi se acabó situando un punto por encima del anterior en cuanto a buenas sensaciones causadas.

Por ello me pareció un momento oportuno para sacar de la biblioteca 'El año de la liebre', que según informaciones a las que había tenido acceso, es el texto que más ha conseguido hacer llegar a la gente, habiendo sido traducido a dieciocho idiomas hasta la fecha y versionado incluso cinematográficamente en un par de ocasiones. Y... como suele suceder en estos casos, me ha resultado el más flojo de los tres, y muy probablemente por haber tenido acceso a esas reseñas tan exitosas antes de leerlo y no después.

Vaya por delante que de todas formas recomiendo el libro. Solo por lo absurdo y disparatado del planteamiento ya merece la pena acercarse a él y sumergirse en esa atmósfera tan particular que Paasilinna sabe crear (te guste o no) y que te garantiza un mínimo de dos sonrisas por capítulo (cuando no son abiertas carcajadas). Pero quizá lo encuentro un punto por debajo del resto porque aquí, además de eso, yo no he sido capaz de ver nada más. Mientras que en 'Delicioso suicidio en grupo' la kafkiana forma de abordar el suicidio (que no en vano es uno de los grandes problemas de su patria) hace que podamos ver muchas cosas más allá; o mientras que en 'La dulce envenenadora' hay un retrato muy voluntario (y que parece involuntario) de la tercera edad, aquí, si hay algo más aparte de una liebre a un hombre pegada, a mí, sintiéndolo mucho, no me ha llegado. Ni siquiera he podido establecer de forma clara una conexión entre la mayoría de los capítulos, hasta el punto de que muchos de ellos pueden ser leídos de forma independiente o salteada con el solo hecho de conocer que esto va de un hombre y de una liebre.

La peculiar historia comienza con el atropello motorizado del susodicho animalito por parte de un periodista y un fotógrafo, y prosigue con la compasión que este hecho causa en el primero (Vatanen), que la cura y cuida de ella durante un sinfín de peripecias a cada cual más esperpéntica. Nuestro protagonista renuncia a la problemática existencia del adulto europeo medio para vivir la suya propia con completa libertad, al margen de toda consideración y despegándose de casi todo vestigio civilizado posible.

El libro consta de poco menos de doscientas páginas y está editado en España por Anagrama (el ejemplar en concreto que tengo en mis manos lo fue en 2011, si bien el texto original del autor nacido en Kittila data nada menos que de 1975), que lo sitúa en los albores de un género llamado "novela humorístico-ecológica". Juzguen ustedes mismos con su lectura.

martes, 1 de octubre de 2013

Particular visión del fútbol de finales de los ochenta

'El delantero centro fue asesinado al atardecer' es la decimocuarta novela en la que interviene Pepe Carvalho como protagonista, y es la decimotercera que tengo la oportunidad de leer, en mi afán de ir abarcando toda la obra de este singular detective de forma cronológica. De hecho, la única que me falta, 'Tres historias de amor', no se debe a otra cosa que a un despiste a la hora de seguir el orden.

Vaya por delante que, a medida que me he ido adentrando en la obra de Vázquez Montalbán, ha crecido en mí la estima por él, hasta situarlo ya actualmente en la categoría de genio. Para los amantes de este tipo de literatura, sus libros son imprescindibles, por el fondo y por la forma. Historias bien estructuradas, magistralmente ambientadas y con la extensión justa para que no dé la tentación de abandonar el libro. Y dotadas de una serie de lugares comunes que se repiten de manera sistemática, contribuyendo a dar una identidad indiscutible al personaje.

De manera inexplicable, no había hablado en ninguna ocasión en este espacio aún de la serie Carvalho. En ella, obviamente, hay obras mejores y obras peores. Pero todas tienen su incuestionable valor. La que ahora nos ocupa, seguramente es la que más me podía interesar desde un principio, por su temática futbolística, pero una vez terminada, creo que se queda sin superar (por poco) a la sublime 'Los pájaros de Bangkok', y está sin duda muy por encima de 'Los mares del sur', el Premio Planeta 1979 que consolidó al autor y que seguramente le permitió que Carvalho llegase tan lejos.

En 'El delantero centro fue asesinado al atardecer', nos situamos a finales de la década de los ochenta. El club de fútbol más importante del mundo (así es referenciado) ficha a un goleador millonario al tiempo que aparecen anónimos que aseguran que será asesinado. Y de manera paralela, un futbolista actualmente venido muy a menos ficha también por un club de categoría regional que lucha por eludir su desaparición.

Una de las cosas que más me llama la atención respecto a la narración de Vázquez Montalbán es la sensación que se tiene en ocasiones de estar leyendo un libro de nuestros días, a pesar de que existen dos décadas de diferencia. En esta ocasión lamento profundamente no haber ido tomando notas mientras leía, como hago en ocasiones, para poder ejemplificarlo de algún modo, pero aconsejo al futuro lector que lo haga si tiene la oportunidad, porque resulta realmente sorprendente. Así a bote pronto, recuerdo por decir algo predicciones sobre el mundo del fútbol, puestas en boca de personajes que viven de él, y que se han cumplido terriblemente en la actualidad.

También es interesante leer a Pepe Carvalho buscando sus lugares comunes. Personajes como Biscúter, Charo, Bromuro o el gestor Fuster; los momentos gastronómicos descritos con todo lujo de detalles; la quema de libros en la chimenea de su casa de Vallvidrera; las escenas de acción... Todo se repite invariablemente en mayor o menor medida, pero siempre creándonos esa incertidumbre de cuándo será la próxima vez.

En definitiva, una obra obligada para los seguidores del detective y amantes de la novela negra en general, y un posible buen punto de partida en el género para el resto de lectores.