viernes, 11 de septiembre de 2015

Romper huevos

"-¿Sabe, don Justo, lo que nos diferencia a usted y a mí? - Higueruela mira el punto luminoso del carruaje que se aleja hacia la puerta del Sol-. Que yo asumo que para hacer tortillas hay que romper huevos, y no me importa decirlo. Ni hacerlo. Pero usted es de los que, ávidos de tortilla, no se atreven a tocar la cáscara, por el qué dirán, e incluso pretenden llevarse bien con la gallina mientras la guisan en pepitoria".

Arturo Pérez-Reverte, 'Hombres buenos'.

viernes, 28 de agosto de 2015

¿Los hijos son una bendición?

Casi todos sus amigos estaban casados. También tenían hijos. Tokai había estado varias veces en sus casas, pero jamás había sentido envidia. De niños todavía eran encantadores, a su manera, pero al llegar a secundaria y al instituto, odiaban a los adultos casi sin excepción, se volvían agresivos, se metían en líos a modo de desquite y mortificaban despiadadamente los nervios y el aparato digestivo de sus padres. Por otra parte, los progenitores solo tenían en mente que los niños accediesen a colegios de elite, siempre andaban irritados por las notas, y las discusiones matrimoniales en que se culpaban de todo mutuamente se eternizaban. En casa, los niños apenas abrían la boca, se encerraban en sus habitaciones, donde o bien chateaban interminablemente con sus compañeros de clase, o bien se enganchaban a algún juego pornográfico inclasificable. Fuera como fuese, Tokai jamás había deseado tener unos hijos así. Aunque todos sus amigos intentasen convencerlo al unísono: “Digas lo que digas, los hijos son una bendición”, aquel reclamo no le resultaba nada creíble. Seguramente querían hacerle cargar a él con el peso que ellos llevaban. Creían que todos los seres humanos tenían la obligación de pasar por un calvario idéntico al que vivían ellos.

Haruki Murakami, 'Hombres sin mujeres'.

jueves, 20 de agosto de 2015

Locura y penosidad

Tenía mucho interés en volver a leer a Glattauer después de lo bien que lo pasé con 'Contra el viento del norte' y, en menor medida, con 'Cada siete olas'. Por otro lado, hacía tiempo que no me planteaba ninguna incursión en la novela romántica, y cuando vi que la Biblioteca de Avenida de Europa albergaba este ejemplar no lo dudé.


La nueva tentativa del autor austriaco agranda la leyenda de 'Contra el viento del norte'. Será difícil que vuelva a hacer una novela como aquella. Su estilo sigue siendo ágil y personal, sus capítulos breves ayudan a sumergirnos en la historia, sus personajes están bien trazados... pero al margen de eso, las historias son muy diferentes, y al abordar esta, en mi opinión, se pierde en disquisiciones que acaban casi eternizando un relato que quizá en su esencia no diera para tanto.

Judith, la soltera e indecisa dueña de una tienda de lámparas, conoce por casualidad a Hannes, un hombre apuesto y elegante del que cree tener que enamorarse, aunque realmente no experimenta ningún interés por él (a partir de aquí destripo argumento hasta donde está la raya horizontal discontinua).

Este punto de partida dará lugar a una serie de fases distintas por las que va atravesando la relación: desde el ligero conocimiento mutuo a las salidas, la participación en la vida familiar, la persecución de él hacia ella, la ruptura por parte de ella y el desencadenamiento de una serie de penosidades sin fin que acaban por llevar a Judith a la locura (terapias y medicamentos incluidos), hasta que en un relativamente inesperado giro, se descubre que el supuestamente maravilloso Hannes no está menos zumbado que ella.

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En definitiva, una novela angustiosa por momentos, que parte de un estilo ágil e interesante, y que en determinadas fases escapa de las manos del autor y desconcierta por tanto al lector. Solo la recomendaría después de 'Contra el viento del norte' y 'Cada siete olas', y tampoco inmediatamente.

viernes, 14 de agosto de 2015

El huracán Félix

Al principio había sido una muesca remota, todavía innombrada en su incipiente escala de depresión tropical, que se alejaba de las costas africanas atrayendo nubes calientes para su danza macabra; dos días después adquiría la categoría inquietante de perturbación ciclónica, y era ya una flecha envenenada en medio del Atlántico, con la proa dirigida hacia el mar Caribe y con derecho prepotente a ser bautizado: Félix; sin embargo, la noche anterior, cebado hasta convertirse en huracán, apareció como un remolino grotescamente encimado sobre el archipiélago de la Guadalupe, azotado por aquel desolador abrazo eólico de doscientos kilómetros por hora, que avanzaba dispuesto a derribar árboles y casas, a trastocar el curso histórico de los ríos y las altitudes milenarias de las montañas, a matar animales y personas, como una maldición venida de un cielo que seguía sospechosamente lánguido y apacible, como una mujer lista para el engaño.

Leonardo Padura, 'Paisaje de otoño'.

viernes, 7 de agosto de 2015

Los alemanes y los griegos

Los alemanes mantienen una relación amorosa con su trabajo; los griegos, por el contrario, lo viven como una maldición. Como si Dios los hubiera condenado a pasarse la vida trabajando.
Esto también explica, en gran medida, la diferencia de su comportamiento fuera del horario laboral. Los griegos suelen explicar de muchas maneras esta diferencia, con alusiones muy frecuentes al clima y la mentalidad específica del sur. Puede que tengan razón, aunque yo creo que la causa es otra.
Cuando termina la jornada laboral, los alemanes están infelices. No tienen ningunas ganas de salir a divertirse. Quieren quedarse en casa y acostarse temprano, y esperan impacientes que llegue el día siguiente, en que podrán volver al trabajo. El sueño acorta ese tiempo muerto de la espera. Salir a divertirse, por el contrario, lo alarga.
Puesto que para los griegos cualquier trabajo es un trabajo forzado y el lugar donde lo desempeñan una colonia de reclusos, se pasan el día esperando a que termine la jornada laboral, que será su liberación. Por eso salen todas las noches a divertirse, para celebrar su liberación y reunir fuerzas a fin de afrontar la cárcel el día siguiente. Ésta es para mí la gran diferencia. El clima de Grecia no hace más que contribuir al festejo cotidiano de la liberación.

Petros Márkaris, 'Hasta aquí hemos llegado' (en palabras del personaje de Andreas Makridis).

miércoles, 22 de abril de 2015

Americanadas incluso fuera de Norteamérica

Detesto profundamente las americanadas, como ya quedó demostrado tras mi lectura de 'El ídolo perdido'. Respeto a quien quiera hacer de eso su medio de vida (en este mundo hay muchos millones de angloamericanos), pero a mí todo lo que los eleva a teóricos salvadores de la humanidad me produce mucho recelo. El presidente de Estados Unidos no es más persona que el de otro país solo por pertenecer a esa nación, por más que lo hagan parecer el rey del mundo. Solo he visto un par de películas de ese estilo, pero han sido más que suficientes para saber que no volveré a ver ninguna más.


Cuando me acerqué a 'El paciente' solo sabía que era un thriller. Tenía referencia de anteriores novelas de este mismo autor, pero su componente histórico me llevó a descartar empezar por la primera, como otras veces he hecho con otros autores para tener una visión global, por malas experiencias recientes en este sentido. De haber sabido que el presidente de Estados Unidos estaba en el centro de todo, seguramente también habría descartado esta, pero cuando lo supe ya era tarde para echarse atrás. Y no me arrepiento, sin embargo, porque he pasado un buen rato. Pero tengo claro que no está entre los cincuenta libros que más van a aportar a mi existencia, ni de lejos.

Nunca me habría esperado tampoco que un autor español escribiese como si se tratase de una traducción de un autor norteamericano, hasta el punto de encaminar hacia ello todas y cada una de sus ideas. Juan Gómez-Jurado afirma en una entrevista que ambienta su novela en Estados Unidos antes que en España porque aquí "no duraría ni dos capítulos". Si a esto sumamos que parece haber pensado antes en su historia como película que como libro, resulta evidente concluir que ha escrito para hacer un best-seller sin importarle sacrificar otras cosas. Lo cual, insisto, me parece muy respetable, pero también muy alejado de mis preferencias personales.

En definitiva, y como digo: ya hay bastantes americanos que pueden y saben hacer americanadas. Personalmente no estimo necesario que alguien de fuera (no ya español, sino de cualquier otro país) se sume también a ellas.

sábado, 18 de abril de 2015

Un año de la muerte de García Márquez

Un año después de su muerte, y pendiente de acercarme a su obra aún, más allá de la lectura académicamente obligatoria que tuve que realizar de 'Crónica de una muerte anunciada', quería recordar estas palabras de Gabriel García Márquez que me impactaron especialmente:

"Yo desde que nací sabía que iba a ser escritor. Quería ser escritor. Tenía la voluntad y la disposición, el ánimo y la aptitud para ser escritor. Siempre escribí, nunca pensé que pudiera hacer otra cosa. Nunca pensé que de eso pudiera vivir. Estaba dispuesto a morirme de hambre, pero a ser escritor".

martes, 14 de abril de 2015

Khimera

Después de la gran revolución lectora que me supuso particularmente la trilogía 'Versos, canciones y trocitos de carne', tenía claro que lo próximo de César Pérez Gellida, fuese lo que fuese, iba a caer en mis manos a la mayor brevedad. Solo cuestiones de fuerza mayor impidieron que pudiese hacerme con ello el mismo día de su lanzamiento, pero en cuanto tuve ocasión, adquirí la novedad en la librería del pueblo, apostando así también por el comercio local, tan frecuentemente vapuleado.

Y naturalmente, la adquirí sin saber nada de nada. Solo tenía la ligera referencia de un tuit del autor, que afirmaba que no sabía muy bien en qué género incluirla, o algo así que no recuerdo exactamente. Ya tras tenerla en mis manos, y aun sin querer leer conscientemente nada de la contraportada o de la introducción, vi por ahí algo de año 2054, e intuí que se trataría de algo futurista.

Y efectivamente. 'Khimera' es demasiado futurista, que de entrada es algo a lo que ya me cuesta trabajo enfrentarme, pero además, es demasiado bélica. Y el género bélico a mí me sobrepasa por completo. Todavía puedo acercarme a novelas sobre la Guerra Civil Española, por lo que tienen de histórico, y de hecho me ha resultado de gran interés alguna, pero esto de que nos traslademos a dentro de cuatro décadas y que lo único que haya en el planeta sea devastación por todas partes, independientemente de que pueda o no acabar convirtiéndose en real (de hecho muchas veces parece que caminamos sin remisión hacia ello), a mí me tira mucho para atrás como planteamiento inicial.

Por suerte, esto no está escrito por cualquiera. Ese mundo completamente nuevo ha sido ideado y recreado por un tipo cuyo talento es innato. Por un escritor que, sin proceder del mundo de la escritura, supera con creces a muchos mal llamados literatos. Por alguien que si tuviera la nacionalidad de las barras y las estrellas probablemente ya ostentaría la consideración de dios. Por un devorador de la imaginación, que no escribe una frase que no esté prolijamente documentada. Y todo eso ayuda a digerirlo mucho mejor, aunque por momentos el lector se encuentre perdido y no sepa qué derroteros va a tomar la cosa. Porque con Pérez Gellida los lectores adquieren relevancia y se sienten considerados, creándose una relación muy poco habitual y muy difícil de conseguir, sobre todo cuando no son pocas las personas que se acercan a su obra. Pocas notas del autor he tenido la oportunidad de leer tan sinceras y tan consideradas para con los que están al otro lado como la que pone colofón a esta obra.

Pero a pesar de estar ante quien estamos, y aunque me gustaría decir otra cosa, 'Khimera' no me ha enganchado ni de lejos igual que la serie anterior (que por cierto, ya tiene anunciada su continuidad para dentro de unos meses). Es más, por momentos se me hizo demasiado dura e incluso llegué a aburrirme. Pasada la mitad de la obra (aproximadamente en torno a la página 320 de las 544 que oficialmente contiene), escribí en Twitter que lo único que llevaba claro hasta ese momento era el talento del autor. "Es Gellida, seguro que lo sabe acabar bien", pensaba para mis adentros. César leyó ese tuit (omnipresente en las redes sociales, lo que se añade también como positivo a todo lo dicho sobre él anteriormente) y me aseguró que al final, todo encajaba. Y así fue, sorpresón incluido.

Por otra parte, la redacción de 'Khimera' no es perfecta, o no tan perfecta como me lo pareció la de la trilogía. Parece estar escrita más rápido. Con la impresión de tener que entregarla para ayer y no haber dado tiempo a hacer una revisión final todo lo profunda que debiera ser. Sé que esto es ser ya demasiado quisquilloso, pero con César Pérez Gellida debo serlo, y estoy seguro de que él lo entenderá de forma positiva, porque en alguien capaz de tanto tan bueno no caben deslices. Un ejemplo gráfico de esto: hay un error en el índice, al menos en el ejemplar que me tocó en suerte. Los "intérpretes principales" remiten a la página 11, pero allí lo que está es el prólogo de Norberto López Amado, que el índice sitúa en la 15, donde sí que están los intérpretes principales. Nada de importancia, pero contrario a un lector tan cuadriculado como yo.

Recomendaría 'Khimera' a los amantes de la ciencia-ficción, del futurismo y de la acción de este tipo. A aquellos que disfrutaron plenamente con la trilogía pero no gustan de estas manifestaciones literarias, les diría basándome en mi experiencia que esperen tranquilamente a que Ramiro Sancho vuelva a hacer de las suyas, y que en todo caso, más adelante, con tiempo y seguramente en edición de bolsillo, o de la biblioteca, le den la oportunidad.

lunes, 2 de febrero de 2015

Diez veces Petra

No sé por qué dejé de hacer reseñas en este blog de las novelas de Petra Delicado. Han seguido proporcionándome verdadero placer literario una por una, hasta el punto de haber aguardado pacientemente al lanzamiento en las librerías de la décima, lo que sucedió hace diez días, y asistir a comprarla y ponerme inmediatamente a leerla, cosa que hago muy muy pocas veces. Supongo que voy perdiendo cada vez más las ganas de escribir, en general, y que esa es la única explicación.


También se me ha dado muy muy pocas veces el hecho de estar tan satisfecho por haber decidido leer estas novelas desde la primera, teniendo en cuenta que cuando me enteré de su existencia ya había publicadas nada menos que ocho, y que algunas no ha sido fácil conseguirlas. Muchas otras veces, esto es una rémora y requiere demasiada paciencia. Es más, cuando leí las dos o tres primeras, pese a pasar tan buenos ratos, mi impresión es que se trataba de algo antiguo, perteneciente a una época determinada y con poca posibilidad de seguir vendiendo hoy día. De hecho, nunca imaginé que podría leer un libro de Petra Delicado contemporáneamente a su publicación. Y sin embargo, no solo lo he hecho, sino que además creo que podré volverlo a hacer, que habrá al menos una undécima entrega y que si mi economía me lo permite, estaré para asistir de los primeros con la misma excitación.

Sin embargo, tengo que decir que me defraudó un poco, ya después de haberlo comprado, el hecho de que no estemos ante una novela en sí, sino ante una colección de nueve relatos policiacos, lo que nada más abrirlo me hizo comprender ese título, 'Crímenes que no olvidaré', que por otra parte no es totalmente cierto, ya que en alguno de estos relatos no se produce ningún crimen. Alguien podría pensar que nueve relatos cortos es como disfrutar de golpe de nueve novelas en una, pero no es así, y menos en este caso concreto, donde el proceso habitual de aparición del cadáver, asignación a Petra y Fermín, investigación detallada y reflexiones hasta descubrir al asesino y hacer que confiese se ve notablemente acelerado, y puestos a sacrificar, la parte que más queda dañada es la de las reflexiones, que es la que más enganchado me tiene a esta saga.

Indagando, me encontré con esta buena entrevista a la autora, una mujer que se prodiga muy poco en los medios y de la que apenas se conoce nada (tanto es así que ahora he venido a enterarme de que 'Bartlett' no es más que un seudónimo), en la que explica un poco el porqué de este nuevo formato.

No obstante, cuando el talento se pone a trabajar, es muy difícil que las cosas no salgan bien. De nueve relatos, siempre hay algunos mejores y algunos peores, pero el nivel general se mantiene, y al final, cuando he terminado, la realidad es que me habría gustado que no hubiesen sido nueve, sino noventa, y que no hubiesen sido apenas 360 páginas, sino mil quinientas por lo menos, porque la conexión se mantiene en todo: con los personajes, con la forma de escribir, con los diálogos que mantienen, con su visión general de la vida... La sensación de estar leyendo algo tan cercano es muy difícil de alcanzar y de prolongar en el tiempo, y aquí a mí me sucede. A partir de ahí, poco más puedo decir... Los casos transcurren en gimnasios, en hoteles, en institutos, en burdeles o en nobles moradas, con su respectiva buena documentación, pero el trasfondo siempre es querer darnos una visión de la vida y una actitud ante esta, presentada en forma de magnífico tándem entre una inspectora un poco "calamarda" y un subinspector que ya lleva nada menos que cuarenta añazos perteneciendo al cuerpo.

Imprescindible para el género.

lunes, 26 de enero de 2015

Lectura para crecer

Mi admiración por Silvia Abascal se remonta a sus primeros años en la interpretación. Desde aquel papel de adolescente con dos coletas en 'Pepa y Pepe', he seguido con interés toda su trayectoria e incluso llegué a escribirle una carta en su día, que amable y personalmente me respondió ella misma. La noticia de su accidente cerebrovascular, que se produjo además aquí, tan cerca, me impactó tanto como muchas de las cosas que leí sobre él y sus posibles orígenes. Ya en su momento supuse que la mayoría serían falacias, y gracias a este libro, la actriz se encarga de desmentirlas y aclararlas tranquilamente.



Tenía en la cabeza esta obra pero de no ser por un paseo casual por la sección de libros de Carrefour, donde la vi en edición de bolsillo a un precio muy asequible, nunca la habría leído tan pronto. No me gusta comprar libros en este tipo de grandes superficies, porque las librerías ya de por sí tienen pocas ventas como para arrebatárselas, pero sentí estar ante una oportunidad que no podía dejar escapar, como así ha quedado demostrado tras la lectura, que acometí de inmediato aprovechando que no había nada más interesante a la vista.

Entiendo 'Todo un viaje', ante todo, como un fantástico acto de generosidad. Silvia Abascal no solo pasa por esta dramática enfermedad y lucha titánicamente en diversos frentes para rehabilitarse lo antes posible de todas sus secuelas, que no son pocas, sino que además, cuando ya ha experimentado cierta mejoría, se sienta ante un folio en blanco con el propósito de volver a vivir todo ese dolor y contarlo para ayudar. Para que otras personas en su situación (incluso valdría solo con una, como ella misma dice) tengan un punto de apoyo en sus palabras, y sepan que se puede volver a vivir. Nunca siendo la misma persona de antes, ni pretendiéndolo, pero sí disfrutando de lo que esté por venir. Un esfuerzo como el que ella hace, pues, solo podría hacerlo una persona que se da a los demás sin esperar nada a cambio. Una persona grande.

Lejos de los mantras habituales en este tipo de lecturas, las lecciones y enseñanzas vitales están presentes tras cada capítulo sin pretenderlo, contadas con la sinceridad y naturalidad con la que ocurrieron, y servidas bajo una prosa que además es un lujo, por su extremo cuidado, mayor incluso que el de muchos escritores que tienen la literatura por oficio único. Una lectura fácil e interesante que en mi caso, por mis circunstancias actuales, ha transcurrido además precisamente entre enfermedades similares a la de la autora. Todas estas letras se acompañan de un material audiovisual que queda completamente deslucido en esta edición que adquirí, pero que a buen seguro resulta de gran utilidad en la original.

En definitiva, una aventura real a la que me alegro de haber llegado, y con la que saldrá ganando todo aquel que decida prestarle parte de su tiempo.

martes, 13 de enero de 2015

Prescindible americanada

Hay gente que habla de Preston y Child como los auténticos maestros mundiales de la novela negra. De hecho, el amigo que me los recomendó utilizó esas palabras. Él me habló de la obra 'El relicario', y de hecho me la prestó, pero yo, fiel a mi estilo, quise empezar por el principio y saqué de la biblioteca la primera novela publicada por ambos, 'El ídolo perdido'.



Sobre gustos, los colores. Yo personalmente no puedo considerarlos los mejores. Ni siquiera diría tras esta primera lectura que estén entre los cinco mejores. Por la forma en que está traducido, por la importancia que se da a determinadas cosas en detrimento de otras, y por sonarme mucho a rancio, me pareció estar casi todo el tiempo leyendo el guión de la típica película norteamericana de acción en la que van a morir todos pero al final no muere nadie.

Por cortesía hacia mi amigo, no descarto llegar hasta 'El relicario', la tercera entrega de esta para algunos maravillosa bicefalia literaria. Pero me costará.