lunes, 29 de diciembre de 2014

Don Pletórico

Decidí acabar 2014 leyendo poesía. Y la poesía hay que afrontarla con calma. Casi un mes para degustar 'Buenos días, don Pletórico', el segundo volumen de poesía de Paco Bello que mi pareja me había regalado hace ya algún tiempo (junto al primero, 'El olor del bosque ha roto mi computadora', que ya disfruté), y que siempre dejaba aparcado esperando una mejor oportunidad a cambio de alguna novela u otro tipo de lectura que me parecía más oportuna.


Paco Bello es, ante todo, cantautor. Conocerlo plenamente en esa faceta, como es mi caso, ayuda mucho a entender sus versos y a saber por qué nos habla de lo que nos habla, por qué se cuestiona lo que se cuestiona. Así que creo que es justo que todos aquellos que no tengan la suerte de conocer al Paco Bello cantautor tengan ahora mismo su primera referencia de él, y este es un buen ejemplo.



'Buenos días, don Pletórico' es una colección de composiciones cotidianas donde Paco Bello evoca un mundo que anhela, pero que es completamente utópico en nuestros días. Un mundo reflexivo y tranquilo, donde las prisas no tienen lugar, en el que podemos detenernos en la contemplación de las cosas pequeñas, de los detalles aparentemente insignificantes, que la vorágine del siglo XXI ha desplazado hasta casi hacer desaparecer. Un ejercicio de escritura honesta, con una poesía que también podría ser perfectamente narración, por su carácter enunciativo y descriptivo, con un verso libre que se adapta formalmente al contenido que nos trae: metáforas, bellas adjetivaciones e incluso transgresiones en la disposición habitual de los versos son herramientas habituales a lo largo de exactamente noventa y nueve poemas a los que merece la pena acercarse.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Un hombre de Almargen

Quizá me he permitido una licencia demasiado grande titulando así la reseña. No tengo nada contra mis paisanos de provincia de Almargen (todo lo contrario), pero me parece gracioso el juego de palabras. No hay ninguna segunda intención. Nada más.


Alexandre Postel es un novelista joven (32 años) que debuta con este interesante título en el que un profesor es acusado de posesión de imágenes pedo-pornográficas (es la denominación textual que se emplea, desconozco si fruto del autor o del traductor) y dispone de 213 páginas para demostrar su inocencia. Varias son las etapas por las que pasa, que son divididas en dos grandes partes: los días atroces y los días feroces.

Desvelo trama en el siguiente párrafo. Pasado el mismo se puede seguir leyendo.

Realmente, la inocencia o culpabilidad de North, que así se llama el personaje principal, no me ha parecido lo más importante del libro. La reflexión resulta mucho más profunda, llevándonos a interesantes aspectos sobre la complejidad del ser humano y sus relaciones con los demás, o la ausencia de ellas. North es un hombre viudo, que no ha vuelto a tener relaciones con mujeres, que apenas cuenta con vínculos familiares cercanos y que un día, de buenas a primeras, se ve metido en un berenjenal en el que no pinta nada, sin tener a nadie en quien apoyarse para salir adelante. Es casi obligado por su abogado a declararse culpable sin serlo, y es procesado y encarcelado, llegando a perder por momentos el control de sus actos. Cuando se descubre el error cometido por la justicia, quizá es demasiado tarde; North siente la aproximación de la gente, pero tampoco es el mejor momento para acogerla, y en el fondo, no es su condición, por lo que vuelve a sentirse marginado e incluso nuevamente culpabilizado. En mi opinión, queda tocado de por vida.

Tenía ganas de leer este libro desde que vi una mención que le hicieron en 'Página dos', el programa literario de La 2. Al contrario que en la inmensa mayoría de las ocasiones, no me importó saber un poco a lo que me enfrentaba, aunque naturalmente no profundicé. Sopesé la posiblidad de comprarlo, pero surgían siempre otros (mi presupuesto no es ilimitado por desgracia), y al final, sin tenerlo previsto ya a corto plazo, apareció en la estantería de novedades de la biblioteca y cayó en mis manos. Se lee rápido y a pesar de las constantes reflexiones y disertaciones, no me dio la impresión de un libro pesado ni demasiado denso. No parece una historia de un debutante, por lo que seguramente Postel nos depare nuevas e interesantes creaciones, a las que habrá que estar atento.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Roldán, ni vivo ni muerto

Sigo leyendo una por una y en orden cronológico todas las novelas que componen la serie del detective Pepe Carvalho. La decimonovena se titula 'Roldán, ni vivo ni muerto', y está publicada en 1994.


Por primera vez, se acompaña de viñetas a cargo de Antonio Font, y su extensión es más reducida si cabe que en otras entregas: apenas 170 páginas en la habitual edición de Planeta, con un tamaño de letra más grande de lo que se venía publicando hasta ahora.

Quizá los veinte años que han pasado hayan puesto una barrera demasiado grande en la comprensión de esta imaginaria persecución al exdirector de la guardia civil que Vázquez Montalbán nos propone. Uno de los primeros casos de corrupción que asoló al país (no entro en compararlo con los de ahora porque no había los medios que hay ahora, ni yo era hace veinte años el que soy ahora) es tratado por el autor de una forma semejante al asesinato de Kennedy, tirando del Carvalho más irreal y casi diría que hasta perdiendo un poco el norte en determinados momentos.

Solo para adictos al género y al personaje.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Un millón de goteras

Vaya por delante que en esta ocasión no voy a tener ningún reparo en hablar sobre argumento y cosas que pasan en el libro. No es lo habitual, y cuando lo hago, suele ser porque no recomiendo la lectura. Pero aun así, nadie puede decir que no esté avisado.



Mi amiga @Carmen_Quiros resultó agraciada con este libro en un sorteo y me lo recomendó. Pensé en comprarlo, pero al final ella pasó directamente a la acción y me lo regaló para mi cumpleaños. Inicialmente pensé que era una opera prima, ya que nunca había oído hablar del autor, y también, un poco por el título, que se trataba de una novela romántica, pero en ambas cosas estaba equivocado. Víctor del Árbol tiene ya unas cuantas publicaciones a sus espaldas, y 'Un millón de gotas' es un thriller ambicioso sobre maldad y venganza. Quizá ese sea el principal problema: que es demasiado ambicioso.

La novela comienza con un asesinato. Un niño de corta edad es ahogado en un río por dos hombres, uno de los cuales intenta evitarlo en el último momento sin que sea posible. Luego hacen su aparición los personajes principales: los hermanos Laura (madre del niño muerto) y Gonzalo Gil, y el inspector de policía Alcázar. El asesino del niño es a su vez torturado y muerto y Laura, que teme ser culpabilizada, se suicida. Con todo esto sobre la mesa, la presentación la podríamos calificar incluso como digna. Las primeras cincuenta o sesenta páginas auguran cosas buenas. Pero el autor empieza a intercalarnos consecutivamente el relato de estos hechos (que tienen lugar en Barcelona a partir de 2002) con otros que suceden en Moscú siete décadas antes: la vida de Elías Gil, el padre de Laura y Gonzalo, y su constante huida hacia adelante de todo y de todos. Y el ritmo de lectura comienza a romperse peligrosamente.

Sinceramente creo que la historia de 2002 por sí sola, sin referencias a los antepasados, habría tenido entidad propia para una novela buena y sólida. De hecho resulta muy prometedora la trama de la Matrioshka, que luego pierde toda la fuerza. Pero claro, habrían acabado publicándose muchas menos páginas. No sé si el problema era este, que por dictado editorial o por qué, había que hacer un libro largo. Y no entiendo esa tendencia de hacer libros largos (hablamos de 400 páginas en adelante) pensando que resultarán más interesantes que otros más cortos. No la comparto para nada. De hecho, cada vez huyo más de libros que superan dicha cantidad de hojas porque temo que me pasen cosas como la que me ha pasado aquí. Para llenar todo este espacio, y más cuando lo que se quiere es contar simultáneamente dos historias, hace falta tener mucha fuerza narrativa y construir un ensamblaje que sea capaz de mantener al lector sin necesidad de estar volviendo atrás las páginas para afianzar o recordar cosas. Y aquí esto no se ha conseguido.

Los personajes son todos demasiado malvados. No me parecen suficientemente caracterizados. A Lola, Javier, Patricia e incluso al pérfido Agustín González se les podría haber sacado mucho más partido planteándolo todo de otra forma. Solo hay uno que para mí muestra una línea positiva: el de Luisa, que se mantiene firme y leal a Gonzalo en todo momento, cualesquiera que sean las circunstancias. La única que me ha gustado y me ha parecido íntegra.

También pudiera ser que el problema esté en mí, no lo puedo negar. A mi amiga la novela le encantó. También es posible (y por eso me gusta llegar a los libros a ciegas) que sus palabras me pusieran una expectativa demasiado alta y yo me esperase algo con lo que disfrutara más. Respeto por supuesto a todo aquel que hable de 'Un millón de gotas' como una buena novela, pero yo siento no poder hacerlo. La forma de narrar de Víctor del Árbol no me ha llegado. Demasiada crudeza gratuita en ocasiones; diálogos planos y previsibles... Y para colmo, el ejemplar que me ha tocado en suerte contenía una serie de erratas de bulto (cosa que nunca me había pasado con la Editorial Destino) de esas que contribuyen a crear repulsión, lo que se une a todo lo anterior.

En definitiva, que me perdone Del Árbol y sus lectores, pero este no es más que un libro por el que pasar de puntillas.

jueves, 27 de noviembre de 2014

En lo mudable

Había escuchado de refilón en la radio hablar a Antonio Agredano acerca de un libro escrito sobre el Córdoba CF, pero no pude recabar más información. Unos días después, tuve ocasión de leer este artículo en el blog del periodista Ismael Touat, que lo recomendaba. Y en un golpe de suerte, la otra tarde, deambulando sin rumbo fijo y con mucho tiempo por delante por la FNAC, me lo topé de frente, y aprovechando las facilidades que da el establecimiento y lo manejable del volumen (pequeño y cuadrado), me senté en una silla cercana y me lo leí entero en poco más de noventa minutos.

No es ni mucho menos un libro de fútbol al uso. Es cierto que hace constantes referencias a los últimos años de este deporte, la mayoría relacionadas con el Córdoba CF, pero yo consideraría 'En lo mudable' como una colección de vivencias muy personales del autor, muchas de las cuales crean identificación con un lector de afinidades parecidas. Agredano hace un recorrido por los amores de su vida, separándolos por capítulos, y entre todos ellos aparece siempre el fútbol, de fondo, como un amor permanente. Todo ello con una prosa ágil, llena de ingeniosas comparaciones y, en ocasiones, de prolijas enumeraciones.

Editado por Libros del KO dentro de la colección 'Hooligans ilustrados'. Se vende en el establecimiento citado al precio de 8 euros y tiene 130 páginas.


viernes, 21 de noviembre de 2014

Fútbol y viajes

No soy oyente ni espectador habitual de Axel Torres, aunque a través de Twitter tengo acceso a su forma de concebir el fútbol. Por eso aposté por invertir en su libro '11 ciudades', que al final realmente acabó siendo un regalo de cumpleaños de mi pareja.

Lo primero que hay que decir es que Axel Torres es muy friqui. Eso puede ser de inicio un problema, aunque cuando uno se tiene por alguien tanto o más friqui que él, pasa a ser una ventaja. Y en este caso me refiero con friqui a esa forma tan intensa y desmedida de vivir el fútbol. Y a esa relación, casi enfermiza, presente a lo largo y ancho del libro, y de su vida, entre el fútbol y la geografía.


Una cosa de la que estoy muy orgulloso es de toda la geografía que he aprendido gracias a mi interés por el fútbol. Conozco nombres y circunstancias de ciudades que de otro modo quizá no habría conocido nunca. Mi diferencia con Axel es que apenas he salido de mi casa, de mi ciudad, mientras que él ha tenido la inmensa suerte de recorrer gracias al fútbol muchos de esos lugares. En ese sentido, no he podido evitar acordarme durante toda la lectura de Dani, un amigo no menos friqui que estoy seguro de que disfrutaría un montón leyendo el libro de Axel, si es que no lo ha hecho ya. Se lo tengo que preguntar.

Las once ciudades (como no podía ser de otro modo, al igual que once son los jugadores que saltan al campo inicialmente en cada equipo en un partido de fútbol) se presentan a modo de alineación en la primera página: Sabadell (lugar de nacimiento del autor), Londres, Sevilla, Lisboa, Medvode, Múnich, Swansea, Viena, Asunción, Tokio y Éibar. Todas me sonaban en mayor o menor medida salvo Medvode, que no había escuchado jamás y que encierra una historia apasionante, que merece la pena conocer. En algunas ocasiones, la identificación con la ciudad centro del capítulo es más intensa; en otras, sirve como pretexto para contar muchas otras vivencias relacionadas en mayor o menor medida. Vivencias muy personales, contadas con todo lujo de detalles, que en algunas ocasiones puede parecer que resultan innecesarios, pero que a quien los vive le gusta contarlos tal cual ocurrieron, tal cual los recuerda, con esa fidelidad al sentimiento, con ese punto de pasión que lleva al friquismo del que hablaba antes.

Estamos ante un libro absolutamente futbolístico, pero también ante un libro de viajes. Quizá alguien a quien no le guste este deporte no lo encuadraría dentro de ese género viajero, porque quizá el libro no le diría gran cosa. Particularmente, yo en esta ocasión no recomendaría este libro a personas que no tienen el fútbol entre sus aficiones. Pero si lo tienen, como es mi caso, coincidirán conmigo en que se relacionan de manera muy interesante ambos géneros a lo largo de las casi 300 páginas que ha editado Contra, bajo cuyo sello ya tuve la oportunidad de leer 'Una vida demasiado corta'.

La comparación con Julio Maldonado, cuyo Puro Maldini también comenté por aquí, puede resultar inevitable para muchos, siendo ambos los máximos exponentes del periodismo sobre fútbol internacional en dos medios de comunicación rivales. Sin embargo, no hay muchas semejanzas entre sus libros, lo que no implica que no puedan gustar por separado. En '11 ciudades', desde luego, encontramos algo mucho más parecido a la literatura, mientras que Julio, mucho más cuadriculado, le da a su obra un enfoque completamente diferente, más enciclopédico.

En definitiva, un libro que he disfrutado con intensidad y que ha merecido la pena.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Todas las miradas del mundo

El año pasado tuve el honor de realizar para el blog de los compañeros de la Biblioteca Universitaria de Málaga una reseña de 'Todas las miradas del mundo', de Miguel Mena, publicado en Suma de Letras. Repasando las diversas entradas del blog, he caído en la cuenta de que no la puse por aquí, así que en pos de mi afán recopilatorio, podéis leerla pinchando en este enlace.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Superando al abuelo

Hacía mucho mucho tiempo que no me resultaba tan adictivo un libro. Cierto es que la acometida de su lectura ha venido a coincidir con que tenía el ordenador roto y mis posibilidades de ocio restantes eran casi inexistentes, pero aun así, la historia que nos propone Jonasson es tan divertida y tiene unos brotes de genialidad tan fabulosos que cuesta soltar el libro al final de un capítulo (no digamos ya en el transcurso del mismo).

Ya hace unos meses tuve la oportunidad de sacar de la biblioteca 'El abuelo que saltó por la ventana y se largó', la primera novela de este periodista y productor sueco. Dotada de una enorme originalidad, a medida que uno se adentraba en ella, el interés iba decayendo, a pesar del peculiar repaso que lleva a cabo por determinados episodios de nuestra Historia Mundial. De hecho, recuerdo que a partir de la página 150 aproximadamente, tuve que cambiar el chip mental para que su desenlace no me resultara tedioso.

Pues bien, esto no me ha ocurrido en absoluto con 'La analfabeta que era un genio de los números'. Como he dicho, el interés aquí se mantiene de principio a fin, a pesar de las semejanzas que es inevitable establecer entre uno y otro libro. Porque si Alan Karlsson, ese atrevido abuelo centenario, era el hilo conductor antes, ahora es Nombeko Mayeki, una niña sudafricana condenada a una vida corta y sufrida, la protagonista principal de un relato en el que se acompaña de un coro de pintorescos y disparatados personajes que, sin llegar a su importancia, están construidos de una manera suficientemente sólida como para tener entidad en sí mismos: desde un vulgar ingeniero atómico hasta el Rey de Suecia, pasando por las hermanas chinas, los gemelos Holger...

A mi parecer (y en este párrafo desvelo alguna cosilla), Jonasson se crece a medida que va escribiendo la novela, y el cometido casi único de entretener se va combinando poco a poco con una velada crítica hacia el sistema político de su país, que además, al final deja casi de ser velada para convertirse en una maravillosa sátira en toda regla.

Una recomendación obligatoria para pasar un buen rato y disfrutar de 400 páginas de buena lectura, que en mi caso pude conseguir en la Biblioteca Pública provincial de Málaga.

domingo, 17 de agosto de 2014

Vuelven Bevilacqua y Chamorro

Al contrario que en todas las ocasiones anteriores, en las que siempre era yo el que elegía e incluso esperaba con gran interés el momento de su lectura, Bevilacqua y Chamorro se presentaron en esta ocasión sin que yo lo pretendiera, aunque me han dado demasiados buenos ratos como para negar la entrada a una visita tan sugerente. Escogí 'Los cuerpos extraños' del escaparate de novedades de la biblioteca por el reclamo de Lorenzo Silva y a la vez con dudas, después de que mis dos últimas aproximaciones a él se saldaran con una buena experiencia ('El blog del inquisidor') y otra mala ('Los niños feroces'). Solo después de empezar a leer las primeras páginas me topé con la sorpresa de que tenía delante la octava entrega de la saga de esta pareja de guardias civiles tan compenetrada.


Confieso que en estos momentos no recuerdo nada sobre 'La marca del meridiano', la novela inmediatamente anterior a esta. Es posible que aunque me siga considerando fan incondicional de esta serie, mi ardor por ella haya decaído un poco con el paso de los años, seguramente por el efecto de haber leído otras cosas que me han parecido mucho más trepidantes y completas dentro del mismo género. Pero es difícil negar que Lorenzo Silva sigue gozando de vitalidad con la actualización de estos personajes, y en mi opinión se debe fundamentalmente a un factor: nos sigue ofreciendo exactamente lo mismo desde que empezase con 'El lejano país de los estanques', y eso, lo mismo, es precisamente lo que muchos lectores queremos encontrar aquí.

He utilizado antes a propósito el término actualización, porque Silva sabe utilizar muy bien la actualidad para verla a través del "contexto Bevilacqua" (que por cierto, dicho sea de paso, es un personaje al que no puedo evitar representarme físicamente siempre bajo el aspecto de Roberto Enríquez, el actor vallisoletano que lo encarnó en la versión cinematográfica de 'El alquimista impaciente', que le viene como anillo al dedo). Ya lo hizo en 'La estrategia del agua', y seguramente en alguna otra entrega, y lo vuelve a ensayar aquí con maestría, en la investigación de un caso con muchos componentes que sonarán a todo aquel lector habituado a tener un mínimo de preocupación por informarse de todo aquello de cuanto nos rodea que los medios nos quieren contar. Habrá quien diga, por lo demás, que no resulta nada original situar el asesinato de una alcaldesa en la costa levantina, e incluso los naturales de aquella zona del país pueden sentirse agraviados al considerar que ha habido casos de mala praxis política por igual de norte a sur, pero no deja de ser un aprovechamiento de la actualidad. Una vuelta de tuerca, la forma que tiene un novelista de involucrarse en contar lo que pasa a su modo, lo que para mí tiene mucho mérito.

Por lo demás, seguimos estando ante una novela mucho más psicológica que de acción. Un tanto cuadriculada, absolutamente realista (con investigadores que hablan en primera persona y hacen las tareas del hogar y lo cuentan), y más burocrática incluso que otras veces. Pero sin que ello le haga perder un ápice de fuerza. No obstante, me gustaría aludir a algo que me parece quizá el punto más débil de la narrativa de Lorenzo Silva, en general, que es la asombrosa similitud entre la forma de dialogar de todos y cada uno de los personajes. No es Silva un autor que se caracterice precisamente, de entrada, por situar un punto y seguido demasiado cerca del siguiente a la hora de enlazar frases. Eso exige un esfuerzo quizá algo mayor a la hora de afrontar su lectura, que sin embargo, lectores como yo agradecemos, y hasta ahí bien. Pero nunca me ha resultado demasiado coherente que sus personajes dispongan de un lenguaje verbal provisto de una sensacional parafernalia, que hablen prestando un cuidado tan inusual a la sintaxis, y que además sea algo que afecte a todos por igual: a Bevilacqua, a Chamorro, a sus jefes, a los sospechosos sean del estatus social que sean... Es una forma de contar las cosas que resulta una virtud en el lenguaje escrito, pero que se convierte una rémora y hace perder mucha frescura en el oral, incluso en el oral disfrazado de escrito, porque hace que todo acabe dando la sensación de escrito cuando no debería parecerlo.

No sé si habré conseguido explicar muy bien esto último. En cualquier caso, la presencia de Bevilacqua y Chamorro, con la compañía ya consolidada de sus ayudantes Arnau y Salgado, sigue siendo necesaria en nuestra literatura, por más que personalmente me haya quedado algo eclipsada por otras apariciones en los últimos tiempos.

lunes, 14 de julio de 2014

El hombre que arreglaba las bicicletas

Tengo amigos que son cinéfilos puros y que muy rara vez leen un libro. Me suelen decir que una película es más fácil de ver, porque no requiere el mismo esfuerzo intelectual de la lectura, siempre más sacrificada, y que en un rato te la has visto, frente a las semanas y meses que puedes tardar en terminar una novela.

En 'El hombre que arreglaba las bicicletas', no sé si conscientemente o no, el novel Ángel Gil Cheza se empeña en destruir uno por uno todos esos tópicos a fuerza de tejer un relato que no tardé más de tres horas en terminar (lo hice en dos intervalos, una tarde y la mañana siguiente) y que, salvo un inicio un tanto confuso, se lee casi solo. Un ejercicio literario reciente (publicada en marzo de 2014), fresco y, por cierto, ya que estamos con el símil, en mi opinión fácilmente adaptable a un guión cinematográfico.


Llegué a este libro, una vez más, de manera absolutamente casual. En la Biblioteca Pública Provincial de Málaga hay un estante en el que los propios usuarios pueden dejar los libros que más les han gustado, y allí estaba, depositado por alguien anónimo pero con quien felizmente comparto gustos, esta novela que me atrajo por su portada, por su título, por su no excesiva extensión y por estar editada en Suma de Letras, que tan buenos recuerdos me trae de la trilogía de César Pérez Gellida. Tras los tres o cuatro primeros capítulos, husmeé en la breve biografía del autor que aparece en el propio ejemplar (sorprendiéndome mucho su faceta de cantautor, ya que no me sonaba de nada su nombre), y luego ya no afronté la contraportada hasta que no había concluido el libro, como suelo hacer ya siempre, para no estar condicionado por nada.

Como breve esbozo del argumento, puedo decir que Artur Font, protagonista por omisión, es un escritor de éxito que fallece dejando mujer e hija, y que la historia que se nos cuenta parte de su testamento. Pero lo realmente interesante no es esto, sino las relaciones a las que dicha última voluntad da lugar entre unos personajes que jamás habrían querido conocerse... Y no digo más.

La división en capítulos breves facilita mucho profundizar en el mundo que nos propone el autor, que además se vale de una prosa ya de por sí ágil, que combina narración, diálogo, muy buenas metáforas y que, además, no está exenta de cierto intimismo, en forma de reflexiones personales a raíz de ciertas circunstancias en que se ven envueltos los personajes. La pequeña confusión a la que aludía antes puede darse solo un poco al principio, al aparecer varias personas que comparten un mismo nombre, Enda Berger, ya que a mí al menos me pasaba que pensaba que todas eran la misma, pero una vez resuelto ello sin una gran dificultad, el resto fluye.

Grata sorpresa por lo tanto este descubrimiento que recomiendo obligadamente para refrescar un poco este sofocante verano (no en vano, ya se sabe; no sé quién lo dijo, pero las bicicletas son para el verano).

miércoles, 11 de junio de 2014

Desahogos

Una amiga me contaba recientemente que vio a un viejecito repartiendo a la gente por la calle papeles que tomó por mensajes publicitarios. Sin embargo, cuando lo leyó con detenimiento, el mensaje en cuestión era todo un alegato en contra de la deshumanización, que aseguraba que las máquinas llenan a los humanos de soberbia y que invitaba como mínimo a la reflexión, y tomándolo al pie de la letra, a la rebelación, dejando por completo el uso de máquinas, y de forma particular (rezaba textualmente el escrito, que me enseñó), el de "las que hablan".

Viene al caso porque después de leer 'La habitación oscura', que acabo de terminar, he pensado mucho en ese reclamo del viejecito. Y aunque os voy a hablar un poco de la novela, no os voy a explicar nada sobre esto, fiel a mi intención de que lo más importante lo descubráis siempre por vosotros mismos.

Llego hasta este título de nuevo por medio de mi amiga Peque, quizá como necesidad para ser compensado por 'Momentos de inadvertida felicidad'. Y de nuevo, mediante un tuit, concretamente este




Se me dio la posibilidad de obtenerlo y no lo dudé, aun sin conocer nada más, en esta ocasión ni siquiera del autor, porque al leerlo en formato electrónico, no hay referencia de su biografía.

Debo decir que durante las primeras páginas no hubo nada que me llamase especialmente la atención, y que creía estar ya ante un nuevo bodrio al que no poder sacar absolutamente ningún beneficio. Las escenas eróticas y casi pornográficas constituían el argumento principal de unos primeros capítulos en los que una serie de personajes acordaban previamente citarse en una habitación oscura cuya existencia conocían solamente ellos, y disfrutar allí de encuentros furtivos en los que se mezclaban unos con otros y unas con otras (en este caso sí que procede remarcar esta distinción genérica que tan inadecuadamente utilizan hoy en día muchos de nuestros políticos y personas públicas en general), en silencio, tomando esos momentos como desahogo, como recarga de pilas con la que afrontar su miserable existencia.


Pero pasada esa fijación inicial, la novela también tiene vida fuera de esa habitación: la miserable existencia de los personajes pasa a ser un poco también la de alguno de nosotros (es brillante en este sentido ese uso de la segunda persona del singular con el que juega a menudo el autor para involucrarnos en su historia), y la narración va cobrando cada vez más interés, alimentada por una misteriosa especie de 'miniepílogo' (vamos a llamarlo así) situado al final de cada capítulo, del que luego se da cumplida explicación. Ello hace que los regresos a la habitación oscura sean mucho más interesantes en las siguientes entregas, y que todo ello, en conjunto, redondee un muy buen libro con una característica inequívoca: la total ausencia de diálogo literal, de rayas de diálogo como tales, lo que no impide una fluida comunicación verbal de los personajes, especialmente en el tramo final.

'La habitación oscura' es, según Wikipedia, la séptima novela del sevillano Isaac Rosa (1974). La publicó en 2013 por medio de Seix Barral, al igual que las cuatro anteriores que había escrito. Al igual que Peque, yo también desconfío de listas y no sé si este relato debería estar entre ellas, pero la intriga y el rato de interesante lectura están asegurados: esta vez sí que coincido con ella.

miércoles, 4 de junio de 2014

De felicidad nada

Llegué a 'Momentos de inadvertida felicidad' por la recomendación de dos amigas que no tienen nada que ver entre sí. No fueron dos recomendaciones directas, pero sí dos manifestaciones en las que se deshacían en elogios hacia este libro: este tuit




y esta reseña (la reseña, por supuesto, no la leí de antemano, pero solo el título ya era bastante identificativo).

Así que destiné un dinero a comprarlo, porque no lo encontraba en bibliotecas ni de ninguna otra forma y estaba convencido de que iba a ser una apuesta segura.

Pero no.

Que conste que no culpo para nada a ninguna de mis dos amigas, ni espero que se me reboten si leen esto. Porque me suelo fiar de sus recomendaciones y seguiré haciéndolo, porque en muchas otras ocasiones (y este blog contiene ejemplos) sí han acertado. Pero con Piccolo y sus excentricidades, la verdad es que no.


No voy a decir tampoco que el libro no me haya aportado nada, porque no es así. Hay determinados pasajes en los que me he identificado con él o en los que he apreciado un grado de creatividad bastante alto (por ejemplo, las dos o tres páginas del final). Pero el problema es que han sido demasiado pocos. Y que en la mayoría de los restantes, de los habituales, no solo no me quedaba indiferente, sino que llegaba a molestarme tener que estar leyendo una serie de cosas tan alejadas por completo de mi interés, una sensación sin duda nada agradable y que no había experimentado de forma tan marcada últimamente con esta afición tan maravillosa, que yo recuerde. Hay muchos localismos, muchas alusiones a motivos culturales de los que jamás había oído hablar, mucho egoísmo desatado y mucha sensación de batiburrillo en determinados momentos. Y es que en el fondo el libro es eso: una enumeración sin ton ni son de esos momentos que para el autor son de inadvertida felicidad, que surgen de la forma más inopinada y que lo subyugan hasta el punto de hacer literatura con ellos. Decisión que además le ha resultado sumamente exitosa. No hay una distribución por capítulos, no hay un orden preestablecido, no hay un principio ni un final. El libro puede leerse de atrás hacia adelante, solo por determinadas partes, o de cualquier forma. A pesar de ello, y como casi siempre en estas ediciones de Anagrama Compactos, recomiendo encarecidamente no leer la contraportada.

En defintiva, un libro que no puedo recomendar, pero no me queda el mal sabor de boca de incitar a la "no lectura" con ello, porque ya lo han recomendado sobradamente mis amigas, y tiene que haber de todo en la vida, por supuesto que sí.

lunes, 19 de mayo de 2014

El chico sin color; el libro con color

Tsukuru Tazaki es el chico sin color. Pero no esperéis que yo os explique por qué: tenéis que leerlo. Habéis de ser vosotros mismos los que os adentréis en esta maravillosa novela de Murakami para descubrirlo, porque merece la pena.

Ya expliqué aquí hace no mucho, a propósito de la reseña sobre 'Después del terremoto', que esa colección de relatos podía ser un buen punto de partida para adentrarse en el universo del sempiterno candidato a Nobel japonés. Estando de por medio la recomendación de Peque y sus libros, y con ese buen precedente, decidí lanzarme también a 'Los años de peregrinación del chico sin color' en cuanto lo vi en la estantería de la biblioteca de Celia. Un acierto en toda regla. Y también un buen punto de partida para empezar a leer a Murakami (aunque sea su obra más reciente) y para conocer su inigualable atmósfera. He leído otros libros, de otros autores, después del último del que hablé por aquí, hace ya más de un mes, pero ninguno me cautivó tanto como para edificar una reseña completa.


Supongo que hace mucho el hecho de que me haya sentido muy identificado con el personaje principal de la historia. Tsukuru Tazaki tiene mi edad y es un tipo solitario, que disfruta de una vida plácida y aparentemente hecha, pero que sin embargo está lleno de miedos e inseguridades, albergando un concepto de sí mismo muy diferente a lo que los demás perciben. También hay un porqué para eso, pero tampoco os lo voy a contar. También tendréis que descubrirlo vosotros.

Todo lo que en la reseña anterior me pareció bueno de Murakami, aquí se repite y aumenta para mejor. Ha creado un canto a la naturalidad narrativa. Supongo que gran parte del mérito de esto corresponde también a la traducción: es esa eterna duda que siempre asalta cuando un libro en una lengua distinta al español me parece exageradamente bien escrito o exageradamente mal escrito. Quizá traducir del japonés permita una prosa más bella, o quizá (y sería lo más justo) el traductor es un simple intermediario que no tiene nada que ver. En cualquier caso, todo lo aquí contado se lee muy bien, muy fluido, y en consecuencia, se disfruta. Todo está perfectamente ambientado, es muy fácil hacerse una imagen concreta de los personajes porque siempre sabemos cómo es su pelo, sus facciones, lo que llevan puesto en cada momento, los gestos que acometen antes de hablar... Incluso para narrar los silencios (que mira que ya es difícil), el escritor nipón se pone el mono de trabajo y consigue acercárnoslo todo alcanzando hasta el más mínimo detalle. Como un maestro.

Es posible que Tsukuru Tazaki no tenga color, pero Murakami, en esta edición de la Colección Andanzas de Tusquets (que casualmente es la misma que edita a Petros Márkaris), a través de sus 314 páginas a las que da paso una cubierta llena de lápices, sí ha creado un mundo fabulosamente colorido y que tengo que recomendar, especialmente a personas sensibles y que disfruten con la experiencia de leer cosas bien contadas ante todo, sin que la acción predomine.

Aunque escogeré con tiento, me resultará imposible no seguir leyendo a Murakami después de esta maravilla. Incluso me resultará imposible no encumbrarlo.

miércoles, 16 de abril de 2014

Las recetas de Carvalho

Tenía parado mi recorrido por la obra de Pepe Carvalho debido a mi afán de ir abordándola cronológicamente, en el mismo orden en el que Vázquez Montalbán la fue publicando. La siguiente novela en la lista era 'Las recetas de Carvalho', que no se cuenta entre los fondos de ninguna biblioteca cercana, por lo que conseguirla me resultaba complicado. Finalmente he podido hacerme con ella en formato electrónico y la he estado degustando (y nunca mejor dicho) estos días.

Albergaba mucha curiosidad por ver qué sería exactamente, dado su título. Una de las características fundamentales de este genial detective es su gusto por la comida, por lo que más o menos se podía intuir. Al final me llamó mucho la atención que nos encontramos básicamente ante un libro de cocina, en el que se van desmenuzando los detalles de elaboración de los diferentes platos con los que se han ido salpicando los casos de Carvalho publicados con anterioridad a este recetario, junto a un fragmento del momento en el que cobraron protagonismo en la obra, a modo de contextualización.

La cocina de Carvalho se basa en lo tradicional. Guisos, carnes, embutidos, pescados y un breve capítulo final dedicado a los postres. Comida abundante, grasienta, sin renunciar a alguna incursión internacional (hay mucho en este sentido en 'Los pájaros de Bangkok') pero por norma general con mucho contenido autóctono y casi diría que rancio. Leyendo el libro me preguntaba constantemente si estos platos los seguirá cocinando hoy en día alguien en algún sitio. Es una pena que el 'boom' gastronómico al que estamos asistiendo últimamente en televisión no se refleje en que nos intentemos alimentar con un poco más de sentido cultural. Vázquez Montalbán llega a afirmar aquí que comer o no comer es una cuestión de dinero, pero comer bien o comer mal es una cuestión cultural. Pienso que tiene mucha razón, y que ahí y no en ayunos absurdos o recetas mágicas está la clave de ese peso ideal que tantas personas buscan infructuosamente.

Al margen de todo ello, 'Las recetas de Carvalho' pueden ser una buena piedra de toque para quien no haya tomado contacto nunca con las aventuras del célebre investigador y tenga curiosidad por hacerlo. Podrá disfrutar de pasajes que despertarán su curiosidad por acercarse a sus novelas (desde aquí siempre he recomendado para empezar 'Tatuaje', su segunda entrega, o 'El delantero centro fue asesinado al atardecer', ya reseñada) o que le disuadirán de hacerlo, pero siempre en contacto con la más pura esencia carvalhiana.

lunes, 14 de abril de 2014

El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en un armario de Ikea

Este mismo mes ha sido publicado en España "El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en un armario de Ikea". Leí de pasada una mención suya en un diario local y acabó cayendo demasiado pronto en mis manos, por lo que ante lo llamativo del título y su no excesivamente extenso número de páginas decidí hacerle hueco ya.

Romain Puértolas, su autor, es un francés de raíces españolas que debuta con esta novela en la que un faquir indio llega a Francia en busca del último modelo de cama de clavos desmontables para transportarla luego a su país. Su viaje tiene fecha de ida y vuelta, pero una serie de avatares provocarán un inevitable cambio de planes a lo largo del cual le sucederán toda clase de inexplicables aventuras.

La editorial Grijalbo ha apostado por esta historia de gran éxito en el país galo y que ya tiene un compromiso para ser llevada al cine. Y sí, es cierto que las carcajadas están aseguradas. Quizá un tanto forzadas algunas por el autor o por las situaciones que va describiendo, pero nos encontramos ante un relato muy divertido, con nombres que dan para decenas de pronunciaciones diferentes, personajes rocambolescos y muy caricaturizados e incluso un pequeño libro dentro del grande.

Pero en mi opinión nada más.

Cuando terminé la obra me dio por leer ya con detalle esa mención de la prensa (que resultó ser una reseña con entrevista al escritor incluida), y francamente, asombra mucho el éxito que está cosechando. Pero sobre todo, asombra (destripes escandalosos aparte, que me reafirman en mi convicción de que no hay que leer nada de este tipo antes de enfrentarte a un libro si no quieres acabar absolutamente condicionado) que sirva como herramienta para teorizar sobre el fenómeno de la inmigración ilegal, y que sea el propio Puértolas quien alegremente compare a su faquir con "Don Quijote, el Lazarillo y el Gurb de Mendoza" (?). Es evidente que ni su sátira llega aún al nivel de la del brillante autor barcelonés (igual sí con el tiempo, pero no ahora) ni su personaje alcanza el nivel de profundidad de dos clásicos entre los clásicos. Entiendo que haya que decir cosas para vender o para llamar la atención de la gente, pero dentro de un orden, sin pasarse, porque entonces, entre lectores inquietos, que no solo se preocupan por abrir el primer best-seller que les llega a las manos, se corre el riesgo de producir el efecto justamente contrario.

En definitiva, una lectura que cumple bien con su propósito de entretener, pero todo el que espere, intente o afirme ver en ella una intención mayor, o bien es el propio autor como maniobra de persuasión innecesaria, o bien exagera, o bien no tiene costumbre de enfrentarse a lecturas realmente pretenciosas.

viernes, 11 de abril de 2014

Consummatum est

Hay libros que nunca quieres que se acaben.

Consideré oportuno continuar la magnífica inversión realizada en 'Dies Irae' con 'Consummatum est', porque cuando no te queda más remedio que elegir los libros en los que puedes gastarte el dinero, creo que es mejor apostar siempre sobre seguro. El hecho de que probablemente ahora tengan que pasar unos cuantos meses sin desembolsos en este terreno no me impidió en absoluto que el día después de que saliera a la venta, yo ya lo tuviera encargado en Agapea. Quizá leyendo la reseña que hice sobre los dos títulos anteriores en este mismo blog se pueda entender el porqué de esta premura.

La consumación de esta trilogía titulada 'Versos, canciones y trocitos de carne', como no podía ser de otra manera, está llevada a cabo con brillantez. César Pérez Gellida se recrea y lleva al límite tanto a personajes que ya protagonizaban las dos primeras entregas como a algunos nuevos que se adhieren a la causa. Aparece un nuevo escenario, mágico, definitivo para predisponerme (si es que no lo estaba bastante ya con anterioridad) en favor de esta obra: Islandia, mi destino soñado, donde se abre el fuego (nunca mejor dicho) que permanecerá desatado sin remisión a lo largo de estas más de 650 páginas.

Todo lo bueno que mostraban las anteriores novelas se confirma. Sigo admirado, sobre todo, por el dinamismo narrativo que César es capaz de imprimirle a lo que nos cuenta. Si bien en esta ocasión, sobre todo según se pasa el ecuador, la previsibilidad de lo que se acerca pueda ser ligeramente mayor como lector a la que experimenté en 'Dies irae' o en 'Memento mori', y eso siempre puede hacerle perder un poco de chispa, no llega a la categoría de obstáculo que impida seguir ahí, pegado al libro en todo momento. De hecho, las últimas doscientas páginas tuve la suerte de poder disponer de tiempo para ventilármelas en el mismo día, como sintiéndome casi obligado a ello, y transportando el libro de un lado a otro a pesar de su voluminosidad.

En fin, no soy capaz de decir mucho más. Invito a leer, y si puede ser la trilogía de un tirón, mejor. Termino con los tres tuits que escribí justo después de terminar la obra, porque ahí se resume todo. Larga vida a Pérez Gellida.








jueves, 3 de abril de 2014

Después del terremoto

Las opiniones que me han llegado sobre Murakami (que tratándose de mí no he dejado que sean muchas) han estado habitualmente expresadas en términos muy extremistas. O lo consideraban un maestro o casi lo denostaban por no ser capaces de entenderlo. El tan ansiado término medio no aparecía por ninguna parte.

Por mi parte, se trata de un autor que me suscita mucha curiosidad, y como ya expliqué aquí mismo en la reseña de 'De qué hablo cuando hablo de correr', andaba pensándome si seguir aproximándome o no a su obra. Finalmente he decidido dejar a un lado el orden cronológico que por pura manía me suele gobernar en estos casos y me he propuesto una acercamiento muy paulatino, de menos a más. De esta forma, he optado por leer una colección de breves relatos que Tusquets ha editado recientemente en España, titulada 'Después del terremoto'.

Puesto que el libro deportivo que cito más arriba no deja de ser una especie de biografía, esta es pues la primera incursión que hago en la ficción propiamente dicha del autor japonés, que nos trae seis historias muy diferentes con un único nexo en común: tienen lugar poco tiempo después del tremendo terremoto que asoló la ciudad de Kobe en 1995, y que se cobró más de seis mil vidas. Este suceso lleva a la desaparición a algunos personajes; deja una profunda huella en otros (que en ocasiones los conduce a un estado próximo a la locura); e incluso hay casos en los que no deja de ser una mera excusa. Pero siempre está ahí.

Unos relatos me han gustado mucho ("Tailandia" y "La torta de miel" sobre todo) y otros menos ("Todos los hijos de Dios bailan"). Pero mi conexión con Murakami y con su, en mi opinión, innegable talento, es incuestionable tras esta lectura. Me gusta mucho cómo narra, cómo logra ser muy descriptivo sin perder la capacidad de sugerir un montón de cosas a la vez. Me gustan esos ambientes particulares que crea, me gusta la vida con la que dota a los personajes partiendo de escasos trazos, y por encima de todo, me gusta que sus aventuras no tengan final. Porque al menos estas no lo tienen. Todo queda en suspenso, de tal forma que ese miedo a hablar demasiado que siempre suelo tener al escribir las reseñas se atenúa completamente en su caso.

A pesar de esa libertad, no voy a contar mucho más de lo que ya he contado. No me gustaría a mí también cometer el error de encumbrar a Murakami sin apenas haber leído nada de su obra. Sí que recomiendo el libro, tanto para quien esté en la misma situación que yo y tenga dudas de si acercarse o no al escritor nipón por lo que dicen de él, como para quien no ha sido capaz de afrontar sus obras más densas y quiere darle una segunda oportunidad.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Amalia Sacerdote

Había leído cosas muy interesantes sobre el comisario Montalbano, tanto respecto a sus novelas como a la serie televisiva que recrea sus andanzas, y me acerqué a 'La muerte de Amalia Sacerdote' pensando en tener un primer contacto con él. Luego me di cuenta de que me había equivocado, ya que aunque este título pertenece a su autor, Andrea Camilleri, y editorialmente se clasifica como una novela negra, no está protagonizada por Montalbano. Cambié entonces mi objetivo inicial por el de un simple primer contacto con el autor en cuestión, y como se trataba de un libro breve, decidí leerlo.

Amalia Sacerdote es la novia del hijo de un diputado italiano. Su pareja es acusada inmediatamente de su muerte, y en el departamento regional de la RAI en Sicilia, el protagonista principal, Michele Caruso, busca cómo dar el enfoque adecuado a la noticia y a los sucesivos acontecimientos que ésta va desencadenando.

La sensación que me queda es de fracaso lector absoluto. A pesar de estar avalado por el II Premio a la mejor novela negra RBA de 2008, a mí particularmente no me ha dicho nada. La traducción, a cargo de Juan Carlos Gentile Vitale, es muy poco afortunada, con giros que prácticamente se importan tal cual del italiano y carecen de sentido alguno así expresados en español; con barbarismos de inexplicable invención y con un estilo, en general, muy poco cuidado. La narración quiere pecar de tanto dinamismo que da por sobreentendidas muchas cosas que no se han contado, ni siquiera a veces esbozado. Al contrario de lo que sucede en otras novelas negras, la investigación policial apenas es tratada, y el asesinato parece resultar una mera excusa para trasladarnos a una historia de infidelidades, celos profesionales, confidencias bajo cuerda y movimientos políticos que brotan a borbotones a lo largo de 200 páginas repletas de diálogo pero muy escasas de descripción y de prosa.

Se agradece al menos por parte del autor la nota aclaratoria final, en la que confiesa haber tratado el tema como un poco de oídas, sin saber cómo funcionan por dentro los medios de comunicación, y donde explica que su pretensión era simplemente partir de un hecho histórico real, el cual detalla. Reconoce que ha intentado hacer una novela ante todo histórica, lo cual en mi opinión supone una pretensión bastante elevada y a la que no se llega por asomo (como digo antes, tengo mis serias dudas de que alcance siquiera la consideración de novela negra). La pregunta que cabría hacerse entonces es por qué ha sido este su modo de proceder, por qué teniendo Andrea Camilleri el amplio bagaje literario que tiene, no se ha preocupado por documentarse para ofrecer una historia un poco más consistente y digna de ser realmente considerada importante, sin esa sensación de estar escrita a la ligera y en cuatro ratos.

No descarto en absoluto mi aproximación a Montalbano, pero después de esta mala experiencia, no le daré prioridad.

lunes, 24 de marzo de 2014

El lobo estepario

Buscando otra cosa, di con una cita de 'El lobo estepario' de Hermann Hesse, que decía justamente esto:

"Cuando un hombre está muy triste, no porque tenga dolor de muelas o haya perdido dinero, sino porque alguna vez por un momento se da cuenta de cómo es todo, cómo es la vida entera y está justamente triste, entonces se parece siempre un poco a un animal; entonces tiene aspecto de tristeza, pero es más justo y más hermoso que nunca".

Siempre había tenido este libro como un clásico, y me entraron muchas ganas de acercarme a él, y como casi siempre en estos casos, lo tenía a mi alcance en una biblioteca, concretamente la de Arroyo de la Miel.

Estamos efectivamente ante un gran clásico de la literatura, con esa impronta bien presente desde el principio. Harry Haller, el protagonista, es un ser taciturno que vive en una constante dualidad interna entre una existencia humana y animal (de lobo, de ahí el título), lo que le acarrea no pocos problemas de personalidad y sociabilidad. Hesse nos lo introduce primero con gran acierto desde la visión de otro personaje, el sobrino de su casera, mediante un retrato que predispone al lector a adentrarse en un fascinante mundo de reflexiones y metáforas revestidas de una prosa muy fluida y primorosamente majestuosa. No hay que olvidar que nos encontramos ante un autor que fue Premio Nobel de Literatura de 1946.

Pese a ser una historia densa y probablemente poco atractiva, sin separación interna por capítulos dentro de los tres grandes módulos que la componen, se trata de uno de esos casos en los que poco importa la forma cuando hay tanto fondo que transmitir. Personalmente además no suelen gustarme los relatos con tanta carga alegórica, pero lo cierto es que a la cita enunciada antes he tenido posibilidad de añadirle otras cuantas realmente interesantes y sobre las que merece la pena pararse a pensar con detenimiento. La edición que me tocó en suerte además, de bolsillo (Alianza) y bastante manejable en sus 246 páginas, me facilitó la lectura en cualquier lugar, lo que en un libro de estas características siempre ayuda.

Una lectura sin duda recomendable.

martes, 11 de marzo de 2014

El francotirador paciente

Después del gran sabor de boca que me dejó 'El tango de la guardia vieja', tenía interés por leer en cuanto pudiera 'El francotirador paciente', la última novela de Pérez-Reverte. Y la oportunidad se presentó, como tantas otras veces, gracias a la Biblioteca de San Andrés-Torcal.

Sin haber investigado nada sobre ella, me esperaba una obra más extensa. Son trescientas páginas de la habitual edición de Alfaguara para este autor que se leen bastante rápido, por contener numeroso diálogo y por tirar de una narración ágil y dinámica. El cambio de registro es sin duda total con respecto a la historia que mencionaba antes. El blanco y negro de Niza y Sorrento se torna en toda la amplísima gama de colores que permite imaginar el trabajo de los grafiteros en pleno siglo XXI.

El paralelismo entre francotiradores y grafiteros está presente a lo largo de todo el libro. En él se utiliza como hilo conductor a Lex Varela, una editora de publicaciones artísticas que recibe el encargo de buscar a Sniper, un escritor de paredes que lleva la voz cantante en el mundillo. Y a través de la unión a la que parecen encaminados estos dos personajes se inicia un relato que al principio tiene tintes documentales, ilustrando al lector con todo lujo de detalles acerca del arte urbano y de todo lo que tiene de rebeldía, de transgresión y también, por supuesto, de talento, y que poco a poco, a medida que la protagonista se involucra en la investigación, va evolucionando hacia un thriller en toda regla, culminado además de una forma brillantísima, como hacía mucho tiempo que no sentía yo que se lograba el remate de una novela.

Me gustaría destacar también a un personaje secundario pero que tiene su peso en la obra y que me ha parecido de una caracterización magnífica: el conde Onorato, un taxista napolitano que me arrancó un par de sonrisas.

Y poco más. Pérez-Reverte vuelve a hacer gala de su solvencia y nos introduce en un ambiente que desde fuera tendemos a ver como marginal (y que tiene mucho de eso, y de automarginal incluso) pero del que analiza también una serie de matices que le permiten presentárnoslo como algo mucho más complejo. Recomendada.

miércoles, 5 de marzo de 2014

'Memento mori' y 'Dies irae'

Aunque me gusta probar a leer de todo, el género negro o policiaco es de largo el que más satisfacciones me da. El nombre de César Pérez Gellida me había llegado de refilón, y tuve la suerte de toparme con 'Memento mori' por casualidad en la Biblioteca de Benalmádena cuando buscaba otra cosa. Me hice con él y me dejó tan buen sabor de boca que no dudé en realizar una pequeña inversión para adquirir su continuación, 'Dies irae'. Hablaré de forma conjunta de ambas obras, que junto a 'Consummatum est' (que se publicará en tres semanas), constituyen una trilogía titulada 'Versos, canciones y trocitos de carne'.


Hay varios factores por los que sin duda me ha resultado tan positiva la irrupción de este escritor. El primero y principal es la cercanía que me inspira. Y no solo hablo de cercanía geográfica (la primera novela transcurre íntegra en Valladolid pero la segunda reparte sus escenarios entre varios lugares centroeuropeos), sino de cercanía en cuanto a concepción cultural, gustos musicales o pulcritud a la hora de contar las cosas. Nadie diría que estamos ante un escritor novel, y mucho menos ante alguien que procede de un entorno profesional muy distinto al que se le presupone a un literato. La conjunción de esos tres factores que he citado antes es fundamental para entender la buena acogida que ha tenido esta historia del asesino en serie Augusto Ledesma, cuyo turbio pasado y peligroso presente se nos va desgranando a la velocidad justa.

Porque de hecho, la perspectiva que se nos ofrece es, sobre todo, la del asesino. Augusto Ledesma es un homicida muy de nuestros días: joven, cachas y nativo digital, con una característica muy particular: su compacta formación literaria, que le servirá para dejar su firma en los cadáveres y que traerá de cabeza al cuerpo policial. Sus motivaciones y sensaciones a la hora de planear y cometer los crímenes están descritas con todo lujo de detalles, y la prevalencia de su personaje sobre el resto, investigadores incluidos, es muy evidente. En esto hay notables diferencias con los habituales del género: por poner unos ejemplos, Vázquez Montalbán contextualizó en torno a Carvalho; Márkaris lo hizo en torno a Jaritos o Alicia Giménez Bartlett propuso que sus relatos giraran en torno a Petra Delicado. Pérez Gellida, en cambio, los lleva a gravitar alrededor de Augusto Ledesma, colocando al inspector Sancho y al psicólogo Carapocha, aun con su indudable importancia, en un plano quizá menor.

Acción y descripción se combinan casi a partes iguales y se solapan constantemente con la intención de mantener siempre la narración en efervescencia, lo que frecuentemente se consigue, de manera más especial y acentuada si cabe en 'Dies irae'. Incluso cuando los personajes mantienen diálogos extensos es difícil bajar la guardia. Hay mucha fuerza y mucho dinamismo tras cada párrafo (el exfutbolista Michael Robinson, que estuvo raudo para adquirir los derechos audiovisuales de la trilogía, ya lo anticipa en el prólogo), y el hecho de que todo esto se haya conseguido manteniendo un excelente trato al idioma como pauta innegociable nos sitúa en una posición de privilegio a los lectores.

Como tuve la oportunidad de decirle al propio César Pérez Gellida a través de Twitter, donde siempre está, quizá exagere bastante, pero 'Memento mori' fue ese libro que quería leerme justo en ese momento, tras varias novelas del género que no me acabaron de llenar por completo, y 'Dies irae' me pareció casi una obra maestra. Espero con avidez 'Consummatum est'.

viernes, 7 de febrero de 2014

Irreverencia señorial

La verdad es que no se me ocurre mucho que escribir tras acabar 'Groucho y yo'. No diría que esta incursión en el terreno autobiográfico que como lector intrépido decidí hacer a sabiendas de que corría un riesgo importante ha resultado ser un rotundo fracaso, pero sí que me he aburrido bastante con su lectura, pese a las muy buenas críticas que hay sobre este libro, entre ellas, la de un bibliotecario (cuyo nombre olvidé) que intervino en un programa de radio que escucho habitualmente, y que fue la que me llevó a sacarlo de la biblioteca de Arroyo de la Miel.


Creo que la clave para que Groucho te divierta es entender su humor, y que yo no lo entiendo. Nunca me atrajo su figura, y alguna escena suelta que ocasionalmente he podido ver de sus películas no me ha dicho absolutamente nada. Tiene mi respeto como cómico, por supuesto, el mismo que por mi parte tienen todos los cómicos en general, me ría yo con ellos o no, porque sin entrar en comparaciones con los que se dedican al drama, considero que hacer reír no es una profesión nada fácil. No lo es ahora y tampoco tendría por qué serlo hace casi un siglo. Pero reconocido eso, también creo que no es necesario ser irreverente para hacer reír, y Groucho lo es.

Algo puede que también influya, pero poco, el hecho de la edición que me ha tocado en suerte, una bastante antigua de Tusquets (creo que es de 1972 exactamente), y cuya traducción deja bastante que desear. Por más que he hurgado en la RAE, no he encontrado ninguna acepción para la palabra "jira" que se asemeje a lo que todo traductor debería denominar "gira", hoy y me imagino que también en 1972. Cuando lo lees la primera vez, sin salir de tu asombro, te hace gracia, pero después de una decena de jiras te duelen tanto los ojos que estás deseando dejar de ver esa barbaridad cuanto antes. Luego también hay alguna que otra traducción demasiado literal, y construcciones bastante ajenas a nuestro idioma que empobrecen mucho el relato de los hechos.

Por lo demás, en el curso autobiográfico que Groucho Marx mantiene, creo sinceramente que hay muchas cosas que se inventa, a pesar de que él mismo deja claro desde el principio que no es ético hacerlo sobre uno mismo. Y aun siendo una autobiografía clara, también encontramos una contextualización en el tiempo y un deseo de contar cosas sobre otros o sobre el mundo que en ocasiones se agradece, como el episodio dedicado a la Ley Seca, un hecho histórico que siempre me ha llamado mucho la atención.

En definitiva, casi 350 páginas que solo recomendaría a los muy admiradores del carácter y del humor de Groucho y de los hermanos Marx, y me da que con la de años que lleva ya publicada la obra, la mayor parte de éstos ya se lo habrán leído y requeteleído.

miércoles, 29 de enero de 2014

Harry Quebert

A Celia, la bibliotecaria del que siempre fue mi barrio, le debo muy buenas lecturas. Siempre he procurado hacer caso a sus recomendaciones y casi siempre he descubierto libros interesantes gracias a ello. 'La verdad sobre el caso Harry Quebert' parecía que no iba a ser menos, porque ya venía avalada además por un tuit de otra bibliotecaria y amiga como Reme. Así que en cuanto vi que lo adquiría la biblioteca de Benalmádena Pueblo, decidí reservarlo, allá por el mes de noviembre. Debido a incumplimientos de lectores irresponsables no pude hacerme con él hasta dos meses después, y la bibliotecaria de Benalmádena Pueblo (que me perdone pero aún no sé su nombre) me dijo literalmente que "es de esos libros de encerrarte con el pestillo en el WC para no dejar de leer", apremiándome a hacerlo en los quince días reglamentarios porque la cola de reservas estaba repleta.

Cuando tanta gente me habla sobre un libro, no tengo más remedio que leerlo, pero al mismo tiempo tiendo a recelar. Un listón que de inicio se pone tan alto obliga a una lectura mucho más exigente que otra que te encontrarías por casualidad, o por la que apostarías tú sin más, sin tantas expectativas. Y tras terminar este nuevo boom de nuestra literatura contemporánea, tengo la sensación de estar ante un simple best-seller barato, sin más pretensión que esa, a pesar de tanto bombo, tantos premios, tanta buena crítica y tanto supuesto ingenio empleado.

Las más de 650 páginas de la novela se desarrollan en torno a la desaparición (que un par de décadas después se torna en asesinato) de una chica de 15 años, Nola Kellergan, en la pequeña población norteamericana de Aurora. De una belleza y una madurez deslumbrantes para su edad, trasciende que Nola habría mantenido algún tipo de relación con el escritor Harry Quebert, veinte años mayor que ella, y en el jardín de cuya casa aparece el cadáver. Otro escritor, Marcus Goldman, amigo íntimo del anterior, se desplaza a Aurora para investigar todo lo ocurrido en torno al caso y tratar de interceder en favor de Harry, al que se apresa como sospechoso principal del crimen.

Y no hay más. El argumento es el de una novela negra como hay otras muchas. Si acaso encontramos algún elemento más original que de costumbre, este podría ser la mezcla de base narrativa en diferentes épocas que se intercalan constantemente, y el sistemático cambio de persona narrativa. Lo demás me ha parecido un continuo y repetitivo aburrimiento. Abuso de relatos colaterales que suponen una recreación excesiva del lugar y de sus habitantes. Aspectos sobre el asesinato proporcionados con cuentagotas (sobre todo al principio) para rellenar más y más páginas. Y en definitiva, sucesión de vueltas en torno a la misma cosa, repitiendo incluso literalmente determinados pasajes, no sé si conscientemente o por descuido. Una historia que se podría y debería haber contado en un espacio mucho menor, pero que sin embargo se alarga por cuestiones que barrunto, pero que no alcanzo a comprender.

Barajo dos posibles razones por las que semejante tostón ha podido convertirse en un fenómeno. Una es el hecho de que un escritor europeo (ginebrino más concretamente) tome como escenario Estados Unidos, con el eco mediático que supone el país de las barras y las estrellas, apariciones estratégicas de Barack Obama incluidas. Y la otra, y más decisiva, es el morbo que supone contar una relación, de cualquier tipo, de un hombre de treinta y tantos con una lolita de quince. La sombra de Nabokov es alargada, a pesar de que Joel Dicker, en mi modesta opinión, aún queda a años luz del talento expresivo del autor ruso, cuya obra (que por cierto tampoco me gustó mucho) era capaz de señalar el supuestamente desviado interés de esa diferencia de edad de una forma mucho más sugerente, sin echar mano de recursos vulgares como alguno que otro que aparece aquí.

En el siguiente párrafo hablo indirectamente del final.

Reconozco, no obstante, que el giro que da la historia en el último capítulo me parece bastante bueno y que no me lo esperaba. Sí intuía que hiciera resurgir a Luther Caleb (sin duda el único personaje salvable de largo) y es así, pero de una manera totalmente diferente a la que inicialmente pensé. Pretende darte la impresión, aunque ligera, de que ha merecido la pena emplear semana y media de tu tiempo en esta lectura. Pero para mí no es suficiente. Supone demasiado esfuerzo hacer frente a todo lo anterior. Las críticas con las que Alfaguara adorna la contraportada me parece que le hacen un muy flaco favor a Dicker y a su novela, y que tienen el único propósito de que a la gente le dé por este libro ahora, pero en fin, allá cada cual; de hecho, seguramente, el autor, por lo que cuenta también en parte en su relato, tiene que estar encantadísimo con este particular.

Yo ni la recomiendo ni la dejo de recomendar. Ya tiene suficiente campaña a su alrededor. El lector debe elegir libremente y luego juzgar. Como siempre.

lunes, 20 de enero de 2014

Lecter

Soy muy lector pero muy muy poco cinéfilo, y respecto a 'El silencio de los corderos', me habían hablado tanto y tan bien de la película que hasta hace poco ni siquiera sabía que estaba inspirada en una novela del mismo nombre, escrita por Thomas Harris. Obviamente, cuando lo supe, tomó prioridad leer el libro antes de ver el largometraje, y encontrarlo a un precio muy asequible en el mercadillo de libros solidarios de la Biblioteca de Arroyo de la Miel, en beneficio de CUDECA, propició que lo pusiese en cola.


La edición que me tocó en suerte no es precisamente una maravilla. De tapa dura, eso sí, pero también se hace muy dura su lectura, con unos errores tipográficos alarmantes y un tamaño de letra demasiado pequeñito. A pesar de todo, he de decir que la historia me enganchó y que poniendo un poco de fuerza de voluntad tardé más o menos una semana en recorrer sus cuatrocientas páginas.

El de Aníbal (así viene escrito en esta edición de RBA de la que hablo y que es la mía, aunque en la mayoría de sitios luego lo he encontrado como Hannibal) Lecter es sin duda un personaje que a casi todo escritor le gustaría crear. Rodeado desde su primera aparición de un aura de misterio muy elaborada, su comportamiento a lo largo de la historia hace que uno pase un poco menos detenidamente por aquellas partes de la trama que no le tocan de lleno (aunque también influya en ellas) y que espere ansiosamente un nuevo salto suyo al escenario.

Y sin embargo, creo que es un error, como he leído después en la contraportada, analizar este libro partiendo como centro de la relación que se establece entre Lecter y la estudiante de policía Clarice Starling, a la que se le encomienda la misión de entrevistarse con él en prisión. No sé la película cómo estará enfocada (pienso verla), pero si bien es evidente que surge algo especial entre ellos, ni mucho menos esto es tan determinante en la narración como para interpretarla a partir de ahí. Pronto surge otra serie de asesinatos que cobran un interés mucho mayor y que por sí solos ya dan a la obra capacidad suficiente para considerarla interesante. Incluso a mí personalmente me parece mucho más enriquecedor el nexo de unión que se crea entre Starling y su jefe, Jack Crawford, que sabe que debido a sus problemas familiares no debe dejarse llevar y sin embargo se siente seguramente fascinado desde un primer momento por la joven.

Solventadas las dudas iniciales y resignado a tener que leer un texto lleno de errores, 'El silencio de los corderos', con todos sus norteamericanismos que tanto recelo me suscitan, me acabó envolviendo pasado más o menos el ecuador hasta llegar a un final que (adelanto, aunque no es propiamente un destripe en sí) no cierra todas las puertas pero sí acaba completando una, en mi opinión, buena novela negra.

martes, 7 de enero de 2014

Rinomicina le busca

El territorio de los premios literarios no me suele interesar de por sí. Al igual que el resto de los premios, en general, pienso que no dejan de tener un gran componente subjetivo, o de ser la decisión de unos pocos, probablemente no representativa de la mayor parte del conjunto de lectores en su globalidad. Pero pese a todo, no desaproveché la ocasión que la biblioteca de mi barrio me ofrecía de acercarme al Premio Nadal 2013, Sergio Vila-Sanjuán, que obtuvo el galardón por 'Estaba en el aire', su segunda novela.

Sergio Vila-Sanjuán es periodista cultural y se dedica a la información literaria. Si esto podría hacerle estar más cercano al premio es algo que desconozco, y además tampoco quiero insinuar nada en ese sentido, porque me gusta dedicarme simplemente a leer. Con 'Estaba en el aire' ha firmado una correcta novela, impecablemente escrita y muy bien ambientada, pero en mi opinión un tanto falta de gancho, casi carente de ritmo y puede que, como indica la contraportada, con talento narrativo, sí, pero sin acción narrativa. Con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.

La historia se centra en un programa de radio emitido en España en la época posterior a la guerra civil, titulado 'Rinomicina le busca' y que bajo el patrocinio de este fármaco intentaba unir de nuevo a personas que se habían visto separadas en una etapa anterior de sus vidas, la mayor parte de las veces a resultas del conflicto bélico, pero también por muchas otras causas diversas. Como el propio autor aclara en un capítulo final titulado 'Justificación y agradecimientos', su padre, José Luis Vila-Sanjuán, fue el supervisor de este programa por parte de la empresa patrocinadora, por lo que con este relato, él quiere, de alguna forma, rendirle homenaje aproximándose a algunos de los casos reales que dicho programa trató, aunque transformados y reelaborados.

Por lo demás encontramos un buen retrato de los personajes, tanto masculinos como femeninos, además de unas descripciones muy cuidadas y documentadas de lugares, situaciones y circunstancias de la época. Pero muy secundarias respecto a la trama, como si realmente no hubiera sido capaz de integrarlas plenamente en la narración, o bien no hubiese querido hacerlo del todo, para hacer que siguiera primando la atención a 'Rinomicina le busca', que por cierto bien podría haber sido también el título de esta misma novela, en lugar de ese 'Estaba en el aire' quizá demasiado impreciso.

Extraña por otro lado encontrar ciertos errores aparentemente inexplicables en un libro al que el autor debe haber dedicado como digo muchas horas de preparación. Así, por ejemplo, hay algún momento en el que los personajes principales de Elena y Tona están confundidos, y se alude a una cuando en realidad se trata de la otra; igual sucede con algún otro caracter más secundario. Descuidos que quizá otro lector perdonaría, pero que a mí, tan maniático como soy, se me hace muy difícil en todo un Premio Nadal.

Muy grata sorpresa me supuso encontrarme con el periodista Juan Cortés Jaén, al que conozco bien por cuestiones relacionadas con su trabajo al frente de la documentación e historia del Málaga CF, y que aquí aparece en asuntos nada futbolísticos como corresponsal de 'Rinomicina le busca' en Málaga, y puesto en muy buen lugar además.

En definitiva, una obrita bastante ligera, con la principal pretensión de alabar recuerdos familiares, y que se deja leer sin más.

viernes, 3 de enero de 2014

Muchos libros en uno

Tras disfrutar de grandes momentos de lectura con 'Cometas en el cielo' y 'Mil soles espléndidos', de lectura muy necesaria a pesar de la dureza de los hechos que cuentan, acogí con interés la llegada de la tercera novela del autor afgano Khaled Hosseini, '...Y las montañas hablaron'.


Profesional médico durante varios años en Estados Unidos, Hosseini abandonó la profesión tras el éxito obtenido en 2003 con 'Cometas en el cielo', una fascinante historia de amistad que tiene como marco, al igual que sus otras dos obras, su Afganistán natal. En 'Mil soles espléndidos' el protagonismo es para la figura de la mujer, completamente ninguneada en su país, y a la que intenta dignificar denunciando su situación.

Con '...Y las montañas hablaron', podríamos decir que la novedad reside en que el autor no se centra en contarnos una determinada historia, sino muchas. De hecho, cada capítulo viene a representar casi una "mininovela", si se permite el vocablo, con su propia introducción, su propia trama e incluso su propio desenlace. Siempre, eso sí, contando con determinados personajes que conectan, actúan como hilos conductores y permiten seguir la pista del relato al lector, asistimos a un recorrido por vivencias acaecidas a lo largo de muchas décadas, en lugares diferentes, con una visión retrospectiva muy lograda y una prosa fluida que acaba atrapando, aunque no desde el principio. Los primeros capítulos transcurren con un ritmo bastante tranquilo, sin que nada haga presagiar el torbellino literario que se desencadena cuando lo que se nos cuenta se centra en la llegada a Kabul del médico griego Markos Varvaris.

No resulta complicado explicar el fenómeno literario ocurrido con Khaled Hosseini, que le ha llevado a vender casi cuarenta millones de ejemplares en todo el mundo: historias que saben tocar la fibra sensible, personajes que luchan constantemente para salir adelante en medio de unas circunstancias adversas. Quizá en este último libro suyo se le podría reprochar ese afán por redondear todas las historias que pone en liza; se podría discutir que el desarrollo de personajes de los que se cuenta un periodo de tiempo tan extenso en no demasiadas páginas no puede resultar todo lo completo que debiera... pero lo que no se puede negar es que estamos ante una obra que, como las anteriores, conserva un punto de fascinación que le merece ser tomada en consideración por todo tipo de público.