miércoles, 29 de enero de 2014

Harry Quebert

A Celia, la bibliotecaria del que siempre fue mi barrio, le debo muy buenas lecturas. Siempre he procurado hacer caso a sus recomendaciones y casi siempre he descubierto libros interesantes gracias a ello. 'La verdad sobre el caso Harry Quebert' parecía que no iba a ser menos, porque ya venía avalada además por un tuit de otra bibliotecaria y amiga como Reme. Así que en cuanto vi que lo adquiría la biblioteca de Benalmádena Pueblo, decidí reservarlo, allá por el mes de noviembre. Debido a incumplimientos de lectores irresponsables no pude hacerme con él hasta dos meses después, y la bibliotecaria de Benalmádena Pueblo (que me perdone pero aún no sé su nombre) me dijo literalmente que "es de esos libros de encerrarte con el pestillo en el WC para no dejar de leer", apremiándome a hacerlo en los quince días reglamentarios porque la cola de reservas estaba repleta.

Cuando tanta gente me habla sobre un libro, no tengo más remedio que leerlo, pero al mismo tiempo tiendo a recelar. Un listón que de inicio se pone tan alto obliga a una lectura mucho más exigente que otra que te encontrarías por casualidad, o por la que apostarías tú sin más, sin tantas expectativas. Y tras terminar este nuevo boom de nuestra literatura contemporánea, tengo la sensación de estar ante un simple best-seller barato, sin más pretensión que esa, a pesar de tanto bombo, tantos premios, tanta buena crítica y tanto supuesto ingenio empleado.

Las más de 650 páginas de la novela se desarrollan en torno a la desaparición (que un par de décadas después se torna en asesinato) de una chica de 15 años, Nola Kellergan, en la pequeña población norteamericana de Aurora. De una belleza y una madurez deslumbrantes para su edad, trasciende que Nola habría mantenido algún tipo de relación con el escritor Harry Quebert, veinte años mayor que ella, y en el jardín de cuya casa aparece el cadáver. Otro escritor, Marcus Goldman, amigo íntimo del anterior, se desplaza a Aurora para investigar todo lo ocurrido en torno al caso y tratar de interceder en favor de Harry, al que se apresa como sospechoso principal del crimen.

Y no hay más. El argumento es el de una novela negra como hay otras muchas. Si acaso encontramos algún elemento más original que de costumbre, este podría ser la mezcla de base narrativa en diferentes épocas que se intercalan constantemente, y el sistemático cambio de persona narrativa. Lo demás me ha parecido un continuo y repetitivo aburrimiento. Abuso de relatos colaterales que suponen una recreación excesiva del lugar y de sus habitantes. Aspectos sobre el asesinato proporcionados con cuentagotas (sobre todo al principio) para rellenar más y más páginas. Y en definitiva, sucesión de vueltas en torno a la misma cosa, repitiendo incluso literalmente determinados pasajes, no sé si conscientemente o por descuido. Una historia que se podría y debería haber contado en un espacio mucho menor, pero que sin embargo se alarga por cuestiones que barrunto, pero que no alcanzo a comprender.

Barajo dos posibles razones por las que semejante tostón ha podido convertirse en un fenómeno. Una es el hecho de que un escritor europeo (ginebrino más concretamente) tome como escenario Estados Unidos, con el eco mediático que supone el país de las barras y las estrellas, apariciones estratégicas de Barack Obama incluidas. Y la otra, y más decisiva, es el morbo que supone contar una relación, de cualquier tipo, de un hombre de treinta y tantos con una lolita de quince. La sombra de Nabokov es alargada, a pesar de que Joel Dicker, en mi modesta opinión, aún queda a años luz del talento expresivo del autor ruso, cuya obra (que por cierto tampoco me gustó mucho) era capaz de señalar el supuestamente desviado interés de esa diferencia de edad de una forma mucho más sugerente, sin echar mano de recursos vulgares como alguno que otro que aparece aquí.

En el siguiente párrafo hablo indirectamente del final.

Reconozco, no obstante, que el giro que da la historia en el último capítulo me parece bastante bueno y que no me lo esperaba. Sí intuía que hiciera resurgir a Luther Caleb (sin duda el único personaje salvable de largo) y es así, pero de una manera totalmente diferente a la que inicialmente pensé. Pretende darte la impresión, aunque ligera, de que ha merecido la pena emplear semana y media de tu tiempo en esta lectura. Pero para mí no es suficiente. Supone demasiado esfuerzo hacer frente a todo lo anterior. Las críticas con las que Alfaguara adorna la contraportada me parece que le hacen un muy flaco favor a Dicker y a su novela, y que tienen el único propósito de que a la gente le dé por este libro ahora, pero en fin, allá cada cual; de hecho, seguramente, el autor, por lo que cuenta también en parte en su relato, tiene que estar encantadísimo con este particular.

Yo ni la recomiendo ni la dejo de recomendar. Ya tiene suficiente campaña a su alrededor. El lector debe elegir libremente y luego juzgar. Como siempre.

lunes, 20 de enero de 2014

Lecter

Soy muy lector pero muy muy poco cinéfilo, y respecto a 'El silencio de los corderos', me habían hablado tanto y tan bien de la película que hasta hace poco ni siquiera sabía que estaba inspirada en una novela del mismo nombre, escrita por Thomas Harris. Obviamente, cuando lo supe, tomó prioridad leer el libro antes de ver el largometraje, y encontrarlo a un precio muy asequible en el mercadillo de libros solidarios de la Biblioteca de Arroyo de la Miel, en beneficio de CUDECA, propició que lo pusiese en cola.


La edición que me tocó en suerte no es precisamente una maravilla. De tapa dura, eso sí, pero también se hace muy dura su lectura, con unos errores tipográficos alarmantes y un tamaño de letra demasiado pequeñito. A pesar de todo, he de decir que la historia me enganchó y que poniendo un poco de fuerza de voluntad tardé más o menos una semana en recorrer sus cuatrocientas páginas.

El de Aníbal (así viene escrito en esta edición de RBA de la que hablo y que es la mía, aunque en la mayoría de sitios luego lo he encontrado como Hannibal) Lecter es sin duda un personaje que a casi todo escritor le gustaría crear. Rodeado desde su primera aparición de un aura de misterio muy elaborada, su comportamiento a lo largo de la historia hace que uno pase un poco menos detenidamente por aquellas partes de la trama que no le tocan de lleno (aunque también influya en ellas) y que espere ansiosamente un nuevo salto suyo al escenario.

Y sin embargo, creo que es un error, como he leído después en la contraportada, analizar este libro partiendo como centro de la relación que se establece entre Lecter y la estudiante de policía Clarice Starling, a la que se le encomienda la misión de entrevistarse con él en prisión. No sé la película cómo estará enfocada (pienso verla), pero si bien es evidente que surge algo especial entre ellos, ni mucho menos esto es tan determinante en la narración como para interpretarla a partir de ahí. Pronto surge otra serie de asesinatos que cobran un interés mucho mayor y que por sí solos ya dan a la obra capacidad suficiente para considerarla interesante. Incluso a mí personalmente me parece mucho más enriquecedor el nexo de unión que se crea entre Starling y su jefe, Jack Crawford, que sabe que debido a sus problemas familiares no debe dejarse llevar y sin embargo se siente seguramente fascinado desde un primer momento por la joven.

Solventadas las dudas iniciales y resignado a tener que leer un texto lleno de errores, 'El silencio de los corderos', con todos sus norteamericanismos que tanto recelo me suscitan, me acabó envolviendo pasado más o menos el ecuador hasta llegar a un final que (adelanto, aunque no es propiamente un destripe en sí) no cierra todas las puertas pero sí acaba completando una, en mi opinión, buena novela negra.

martes, 7 de enero de 2014

Rinomicina le busca

El territorio de los premios literarios no me suele interesar de por sí. Al igual que el resto de los premios, en general, pienso que no dejan de tener un gran componente subjetivo, o de ser la decisión de unos pocos, probablemente no representativa de la mayor parte del conjunto de lectores en su globalidad. Pero pese a todo, no desaproveché la ocasión que la biblioteca de mi barrio me ofrecía de acercarme al Premio Nadal 2013, Sergio Vila-Sanjuán, que obtuvo el galardón por 'Estaba en el aire', su segunda novela.

Sergio Vila-Sanjuán es periodista cultural y se dedica a la información literaria. Si esto podría hacerle estar más cercano al premio es algo que desconozco, y además tampoco quiero insinuar nada en ese sentido, porque me gusta dedicarme simplemente a leer. Con 'Estaba en el aire' ha firmado una correcta novela, impecablemente escrita y muy bien ambientada, pero en mi opinión un tanto falta de gancho, casi carente de ritmo y puede que, como indica la contraportada, con talento narrativo, sí, pero sin acción narrativa. Con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.

La historia se centra en un programa de radio emitido en España en la época posterior a la guerra civil, titulado 'Rinomicina le busca' y que bajo el patrocinio de este fármaco intentaba unir de nuevo a personas que se habían visto separadas en una etapa anterior de sus vidas, la mayor parte de las veces a resultas del conflicto bélico, pero también por muchas otras causas diversas. Como el propio autor aclara en un capítulo final titulado 'Justificación y agradecimientos', su padre, José Luis Vila-Sanjuán, fue el supervisor de este programa por parte de la empresa patrocinadora, por lo que con este relato, él quiere, de alguna forma, rendirle homenaje aproximándose a algunos de los casos reales que dicho programa trató, aunque transformados y reelaborados.

Por lo demás encontramos un buen retrato de los personajes, tanto masculinos como femeninos, además de unas descripciones muy cuidadas y documentadas de lugares, situaciones y circunstancias de la época. Pero muy secundarias respecto a la trama, como si realmente no hubiera sido capaz de integrarlas plenamente en la narración, o bien no hubiese querido hacerlo del todo, para hacer que siguiera primando la atención a 'Rinomicina le busca', que por cierto bien podría haber sido también el título de esta misma novela, en lugar de ese 'Estaba en el aire' quizá demasiado impreciso.

Extraña por otro lado encontrar ciertos errores aparentemente inexplicables en un libro al que el autor debe haber dedicado como digo muchas horas de preparación. Así, por ejemplo, hay algún momento en el que los personajes principales de Elena y Tona están confundidos, y se alude a una cuando en realidad se trata de la otra; igual sucede con algún otro caracter más secundario. Descuidos que quizá otro lector perdonaría, pero que a mí, tan maniático como soy, se me hace muy difícil en todo un Premio Nadal.

Muy grata sorpresa me supuso encontrarme con el periodista Juan Cortés Jaén, al que conozco bien por cuestiones relacionadas con su trabajo al frente de la documentación e historia del Málaga CF, y que aquí aparece en asuntos nada futbolísticos como corresponsal de 'Rinomicina le busca' en Málaga, y puesto en muy buen lugar además.

En definitiva, una obrita bastante ligera, con la principal pretensión de alabar recuerdos familiares, y que se deja leer sin más.

viernes, 3 de enero de 2014

Muchos libros en uno

Tras disfrutar de grandes momentos de lectura con 'Cometas en el cielo' y 'Mil soles espléndidos', de lectura muy necesaria a pesar de la dureza de los hechos que cuentan, acogí con interés la llegada de la tercera novela del autor afgano Khaled Hosseini, '...Y las montañas hablaron'.


Profesional médico durante varios años en Estados Unidos, Hosseini abandonó la profesión tras el éxito obtenido en 2003 con 'Cometas en el cielo', una fascinante historia de amistad que tiene como marco, al igual que sus otras dos obras, su Afganistán natal. En 'Mil soles espléndidos' el protagonismo es para la figura de la mujer, completamente ninguneada en su país, y a la que intenta dignificar denunciando su situación.

Con '...Y las montañas hablaron', podríamos decir que la novedad reside en que el autor no se centra en contarnos una determinada historia, sino muchas. De hecho, cada capítulo viene a representar casi una "mininovela", si se permite el vocablo, con su propia introducción, su propia trama e incluso su propio desenlace. Siempre, eso sí, contando con determinados personajes que conectan, actúan como hilos conductores y permiten seguir la pista del relato al lector, asistimos a un recorrido por vivencias acaecidas a lo largo de muchas décadas, en lugares diferentes, con una visión retrospectiva muy lograda y una prosa fluida que acaba atrapando, aunque no desde el principio. Los primeros capítulos transcurren con un ritmo bastante tranquilo, sin que nada haga presagiar el torbellino literario que se desencadena cuando lo que se nos cuenta se centra en la llegada a Kabul del médico griego Markos Varvaris.

No resulta complicado explicar el fenómeno literario ocurrido con Khaled Hosseini, que le ha llevado a vender casi cuarenta millones de ejemplares en todo el mundo: historias que saben tocar la fibra sensible, personajes que luchan constantemente para salir adelante en medio de unas circunstancias adversas. Quizá en este último libro suyo se le podría reprochar ese afán por redondear todas las historias que pone en liza; se podría discutir que el desarrollo de personajes de los que se cuenta un periodo de tiempo tan extenso en no demasiadas páginas no puede resultar todo lo completo que debiera... pero lo que no se puede negar es que estamos ante una obra que, como las anteriores, conserva un punto de fascinación que le merece ser tomada en consideración por todo tipo de público.