Y ese altísimo concepto va más allá de que sus libros sean mejores o peores. Va más allá, incluso, de que me gusten o no. Porque tras 'Diario de Golondrina' y 'Estupor y temblores', ambas magníficas, tuve que pasar por un muy mal trago con 'Higiene del asesino' (escrita íntegramente en modo dialogado y que no me transmitió casi nada), y decidí darle muy acertadamente nuevas oportunidades con 'Ácido sulfúrico' (un brillantísimo y no tan extremo retrato del panorama televisivo que tenemos) y con 'Ordeno y mando', enigmática historia de suplantación de identidad. Hasta llegar, por último, a la que nos ocupa, 'Ni de Eva ni de Adán', que me ha dejado en un punto intermedio.
Las novelas de Nothomb (van publicadas ya veintiuna según Wikipedia, aunque no todas están traducidas todavía al español) se podrían dividir en tres grandes grupos: las autobiográficas; las no autobiográficas; y aquellas en las que, participando la autora en la trama, no pretende narrarnos su vida. Ninguna de las que he leído pertenece a estas últimas.
Al igual que 'Estupor y temblores', 'Ni de Eva ni de Adán' se clasificaría entre las autobiográficas, y podríamos decir que abarca un periodo más amplio de su existencia, el cual va desde que regresa siendo veinteañera a Japón (país del que partió hacia Bélgica siendo una niña de muy corta edad) hasta... otro momento que prefiero que vosotros mismos descubráis por medio de la lectura. De hecho, las peripecias laborales que describe en 'Estupor y temblores' están dentro de la etapa que narra en la novela de título bíblico.

Hago colofón con un pequeño párrafo que resume un poco la personalidad de la autora, y que puede servir de invitación a sumergirse en su mundo.
"Me atraía la idea de no saber si iba a ver pintura, escultura o una retrospectiva de cachivaches varios. Uno siempre debería acudir a las exposiciones así, por azar, con absoluta ignorancia. Alguien desea mostrarnos algo: eso es lo único que importa". (p. 30).
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